Que los ejidatarios aprendan a realizar sus gestiones por sí mismos y no permitan que terceras personas se inmiscuyan en sus asuntos internos, recomendó José Inés Loría Palma, dirigente del ejido de San Crisanto, a 60 ejidatarios.
“Ustedes son dueños de las tierras, no sólo usufructuarios, sino dueños”, remarcó el especialista en asuntos de ejidos, con 40 años de experiencia en la gestión que ha permitido a San Crisanto posicionarse como el primero de su tipo.
“Cuando personas extrañas se entrometen en asuntos del ejido, siempre terminan dañándolo porque sus intereses son otros. Y si no, vean el caso de Valladolid que hoy día vive una crisis; o miren a Holbox, que se dividió en cuatro”, advirtió José Loría quien habló del itinerario del ejido de San Crisanto y los esfuerzos de los ejidatarios por sortear las crisis.
“La ropa sucia la lavamos en casa y la casa la arreglamos nosotros”, remarcó José Inés, quien también advirtió que manera particular que hoy día “gente extraña” anda fisgoneando en los ejidos y hay que estar alertas para no caer en sus trampas.
Sesenta ejidatarios de 12 ejidos diferentes que pertenecen al Umafor 3102, todos invitados por U Kanaantaal Sihnal (El cuidado del medio ambiente) llegaron temprano a este destino de playa para participar en un taller sobre gestión de ejidos, con la compartición de experiencias de éxito.
Tuvieron los campesinos la oportunidad de conocer las salineras, las cabañas llamadas K’áaknab naj (casas de mar) fabricadas “al estilo maya” y que se dan en renta, y el punto de partida para el recorrido de poco más de un kilómetro de manglares cuyos canales fueron hechos a mano en largas jornadas de fajina. Alrededor de 15,000 personas llegan al año para pasear por los manglares, informó el expositor y destacó el reconocimiento que tienen del Consejo de Humedales de Norteamérica. “Hemos recibido mucha ayuda, principalmente de instituciones extranjeras”, remarcó Loría Palma.
“Nuestros trabajos tomaron fuerza después del huracán Isidoro, el cual destruyó todo el mangle e hizo desaparecer San Crisanto. El mérito fue nuestro”, cuenta Loría Palma, “no podíamos esperar de las autoridades. Si San Crisanto se recuperó es porque supimos trabajar juntos”, presumió.
Los campesinos del sur reconocieron el empeño de sus iguales, pero señalaron que si bien Isidoro destruyó la mangle, ese mismo meteoro destruyó en el sur sus milpas y las cosechas, que es su alimento, dejándolos sin comer durante dos años. Lo cual reconoció José Inés porque si bien San Crisanto estaba inundado y en aprieto, en cambio no le faltaba comida porque vivían junto al mar.
San Crisanto aprovecha las salineras, la pesca y el cultivo de cocales para el cual tiene un mercado amplio. El coco lo aprovechan para hacer artesanías y dulces, y participan en varias actividades como una comunidad sustentable.
En la comida se sirvieron trozos de pescado frito, frijol k’abax, salsa de tomate k’ut (tamulado) y de beber agua de coco. Comieron muy entusiasmados y comieron tantas tortillas que los anfitriones ya no sabían si negar las tortillas o decir que ya no había. “Es el primer grupo que vemos come tantas tortillas”, exclamó la cocinera cuando se vio obligada a despachar los alimentos con pan francés a un último grupo que se había demorado. Y tuvieron que comer con francés. (No olvidemos que somos hombres hechos de maíz y nos nutrimos de él.)
Acompañaron a los ejidatarios del sur el presidente de U Kanaantal Sihnal, Amadeo Cool May, y el ingeniero técnico, agrónomo Bernardo Caamal Itzá alias Arux Duende del Mayab.