Esta reflexión de año nuevo forma parte de una larga conversación iniciada a finales de 2019 con láak’tsilo’ob de Yucatán, Guatemala y Belice. En ella, nos propusimos hacer un balance conjunto de los sucesos más importantes en la vida política, cultural y artística ocurridos en la región maya durante la segunda década del siglo XXI. Respecto a este tsikbal, contamos ya con un observador recuento del historiador José Ángel Koyoc Kú sobre las principales luchas por la autodeterminación maya en Yucatán. En esta contribución ofrezco mi visión personal de los procesos que dieron mayor visibilidad y dinamismo a las voces* mayas en la península de Yucatán.
La primera década del siglo XXI cerró con un ejemplo más de negación de la contribución histórica de los mayas al Yucatán del presente. Me refiero a la injustificada y absurda erección del monumento a los conquistadores en 2010, en el bicentenario de la Independencia de México. Esta opaca y unilateral decisión fue rechazada por diversas voces mayas y no-mayas desde distintas plataformas. En la década que inició entonces, como escribió la comunicadora Yazmín Novelo, se mencionó mucho al pueblo maya en relación al 13 baktún y el supuesto “fin del mundo” en 2012. Más allá de la fascinación que esta fecha generó a propios y extraños, lo que a mi parecer define mejor este periodo ha sido los siguientes procesos:
1. La dinámica articulación de redes y colectivos que ofrecen tanto resistencias como alternativas al continuo silencio y marginación impuesto a las voces mayas en la península. Entre los procesos que ejemplifican esta tendencia están la construcción de la alianza Ma’ OGM y el Colectivo de Comunidades Mayas de Los Chenes (iniciados en 2012), la organización del Festival Maya Independiente U Cha’anil Kaaj en 2013 y en 2014, la conformación de la Asamblea de Defensores del Territorio Maya Múuch’ Xíimbal (que comienza en 2016 y se formaliza en 2018), en los pronunciamientos Ki’ u’uy a u’uye’ex en 2018, el del Colectivo Úuchben Ch’i’ibal Túumben T’aan en 2019 y más recientemente del Colectivo Chuun T’aan en 2020. Estas convergencias, tanto coyunturales como estratégicas, se han articulado sobre todo en contra de la usurpación de la representación maya en festivales internacionales o “gubernaturas indígenas”, contra las afectaciones debidas a la siembra de transgénicos, contra la discriminatoria y corrupta implementación de proyectos de “tecnología verde” (y desarrollos “puercos” también), o bien contra la simulación de los procesos de consulta previa, libre e informada a los pueblos, que mandan los tratados internacionales como la constitución del país.
2. La mayor visibilidad de las voces y contribuciones de las mujeres mayas, tanto en la defensa de sus derechos como en el arte (literatura, teatro, cine documental, fotografía). Me gustaría referir aquí al colectivo de escritoras mayas Xkusamo’ob, a la asociación Múuch’ Kambal de los Chenes, a la Red Péepeno’ob, al Centro Cultural y de Derechos Humanos “Casa Colibrí”, a la Coordinadora de Mujeres Mayas de Quintana Roo, al colectivo K-Luumil X’Ko’olelo’ob, y a la colectiva U xíimbal ko’olelo’ob, entre muchas otras. Su trabajo llama a reconocer y respetar las perspectivas y las aspiraciones específicas de las mujeres en la movilización por los derechos políticos y culturales de los pueblos mayas. El protagonismo de la mujer maya fue recientemente reconocido internacionalmente a través del premio Goldman 2020 otorgado a la promotora de derechos humanos, Leydy Aracely Pech Martín.
- La creación de nuevos medios de prensa y radio para el mantenimiento y la difusión de la maayat’aan así como de perspectivas desde los pueblos mayas. Entre otros ejemplos, está este portal, ElChilamBalam.com, creado en 2011 así como MayaPolitikon.com, en 2015. Por su parte, en 2013, el incansable comunicador Bernardo Caamal Itzá crea su propio “Blog del Arux”. También en 2015, la recién creada Jornada Maya incluiría por primera vez una contraportada con noticias diarias en maya: la sección K’iintsil. En 2013 iniciaría el programa Jach Maaya’on, el cual se transmite en cadena a través de la radio pública de Quintana Roo. Mientras tanto en Jo’-Mérida, luego de la desaparición de Radio Yóol Iik’ en 2009, un grupo de entusiastas activistas crearía Radio Yúuyum en 2016. Con altas y con bajas, a veces con escasos recursos, casi siempre en medio de críticas y franca hostilidad, estos medios suman espacios para las voces mayas que reportan, comentan, denuncian e interrogan la vida pública desde una identidad maya propia.
- La diversificación de Túumben Maaya K’aay hacia el rap, el reggae y el pop. Los concursos de canción estimularon la de por sí abundante creatividad maya en géneros como la cumbia, la balada romántica y las rancheras en la década de los 2000. Sin embargo, fue la década pasada cuando jóvenes del medio rural incursionaron en géneros que capturaron la atención y provocaron la curiosidad de otros públicos. Jesús Pat Chablé (Pat Boy) acuñaría el término Booboj Chi’ para llamar al rap en maya alrededor del 2011. En este género sobresaldrían también el fallecido Roger Cimá (El Cimá Atte), Víctor Chimal (Residente Sabán), el dueto Ya’axkalo’ob y más recientemente Tihorappers y Dino Chan. Las agrupaciones Maya Poetry y Chan Santa Roots, al igual que Carlos Caamal Tun (El Micro Mc) son exponentes del reggae en maya. Finalmente, en el pop figuran José Manuel Poot Cahun y la banda Ya’ax Aluxo’ob; así como Yazmín Novelo y la banda Juumil Moots. En años más recientes, la iniciativa ADN Maya continúa animando a cada vez más jóvenes a cantar en su lengua, en tanto las nuevas formas digitales de circulación de la música comienzan a poblarse con estos sonidos.
- El crecimiento de la producción audiovisual en lengua maya y de directores mayas. Si bien en años anteriores se habían sentado las bases para la producción documental maya, esta tendía hacia un cine etnográfico indigenista. La década recién concluida vió crecer la variedad de estilos de producción audiovisual en lengua y con perspectiva mayas. Aunque fue estrenada en 2010, vale la pena incluir aquí Pujá yetel Kéej (El venado y la niebla) de Miguel Ángel Ventura Herrera. Este cortometraje de suspenso, ganador del Premio Especial Studio 5 de Mayo en el Festival Internacional de Cine de Morelia, es una de las primeras películas de ficción interpretadas en lengua maya. Alrededor de 2012, vería la luz también la primera telenovela en maayat’aan: 13 Baktun, del productor Bruno Cárcamo, con la asesoría de Hilario Chi Canul. Alrededor de ese tiempo, la iniciativa Ambulante Más Allá comenzó a capacitar y financiar a jóvenes del interior del país para la producción de documentales. Alrededor de una decena de cineastas mayas y un número similar de cortos documentales surgieron como resultado. Entre ellos destacan Guardianes del Mayab (2013) de Jaime Magaña Caamal, Chi’ibal Kaan (2013) de Glenny Torres Canul, El futuro en nuestras manos (2013) de Sara Oliveros, El valor de la tierra (2014) de Adriana Otero Puerto y Paax (2015) de María Bello Buenfil. Por último, en 2016, Miguel Ventura crearía el proyecto Cine Janal para producir cortometrajes de ficción inspirados en la cocina regional, y de los cuales El Pib es quizás uno de los más exitosos. La experimentación con nuevos géneros e historias muestra caminos poco explorados para la energía creativa de los mayas así como de quienes se interesan en tratar temas de la cultura desde una perspectiva respetuosa.
- La mayor diseminación del conocimiento sobre la escritura jeroglífica entre los mayas contemporáneos. Significativos avances en su desciframiento, en el que mayahablantes de México, Guatemala, Belice y Honduras, han sido partícipes llevó en la década anterior a un florecimiento del interés por estudiar la escritura clásica así como por generar nuevos textos en la lengua actual. Puntales en este proceso han sido la labor del maestro Crisanto Kumul y del arqueólogo Guillermo Kantún. Sus enseñanzas y trabajo creativo han entusiasmado a personas y colectivos mayas a seguir diseminando este conocimiento en sus comunidades y a través de las redes. Aquí destacan Ch’okwoj Maaya Ts’íib y Bakab Crew, así como la escritora Daniela Cano, entre muchos otros.
Lamentablemente, fue también en esta década que concluye en la que se apagaron dos voces mayas importantísimas: las del poeta y dramaturgo Isaac Esaú Carrillo Can, a quien perdimos en 2017, y de la investigadora y escritora Ana Patricia Martínez Huchim, fallecida en 2018. Desde luego, esta lista de procesos sociales y culturales que marcaron la década no es ni absoluta ni exhaustiva. Al respecto me gustaría invitar a otras y otros compañeros a intentar su propio recuento y análisis. Lo descrito aquí trata más bien de tendencias generales en la continua transformación y movilización de lo que podríamos llamar la “sociedad civil organizada maya”. Sin embargo, un balance de lo ocurrido en las instituciones del Estado mexicano es también necesario. De ese análisis, hay mucha tela de donde cortar, por ejemplo respecto a las nuevas leyes que ordenan a los partidos políticos a tener candidatos indígenas, o que establecen la enseñanza obligatoria de la lengua maya en todas las primarias. Otro tanto se puede decir sobre la consolidación de la literatura maya, del desarrollo de las artes escénicas con colectivos diversos, del creciente número de jóvenes académicos mayas y mayahablantes egresados de las universidades públicas de la región, o de la renovación y multiplicación de organizaciones de base en varios municipios, etc.
La importancia de los procesos descritos aquí no reside en su excepcionalidad si no en que, a mi parecer, forman parte de procesos sociales y políticos que iniciaron en el siglo pasado, y que esperemos continúen y se fortalezcan en el siglo XXI. La vitalidad, diversidad y fortaleza que estas tendencias demuestran nos debe dar esperanza de que, de nuevo en palabras de Yazmín Novelo: táan u líik’il jump’éel túumben tuukul yo’olal u líik’il maaya kaaj […].
* Como nota, quisiera expresar que cuando uso el término “voces” en español, estoy intentando comunicar un concepto más amplio desde el maya yucateco. Se trata precisamente de la raíz t’aan, que se traduce literalmente como “palabra”, “habla” o “idioma”, pero cuyo campo de significado debería incluir también “opinión”, “parecer”, “decisión”, “autoridad”, “ley”, entre otros. Así, cuando una comunidad toma una decisión se dice que ts’ook u t’aan (concluyó su palabra). Por otro lado, la traducción más aceptada para códigos legales o la constitución misma es a’almaj t’aan (palabra dicha o expresada). En última instancia, t’aan estaría refieriéndose a lo que en la academia se conoce como “agencia”: la capacidad de actuar, de decidir, de ser agente social. Debido a esta reflexión, en el pasado he usado la expresión maaya t’aano’ob para referirme a las voces mayas (sociales, políticas y artísticas) que actúan, defienden y proponen formas de conocimiento y organización diferentes a los de la sociedad yucatanense no-maya.
Genner Llanes Ortiz
Doctor en Antropología, profesor en la Universidad de Leiden, Holanda. Es originario de Ticul, Yucatán.