El fenómeno de luz en Chichén Itzá en el equinoccio de Primavera confirma el culto que los mayas rendían a las víboras de cascabel, especialmente al Ajau Can Durissus Durissus, una especie que sólo existe en el área maya, y que constituyó la base de su civilización, afirma el mayista José Díaz Bolio.
Asimismo, el fenómeno solar se ve hoy como se ha visto desde que fue construida la pirámide, sin importar los milenios que han pasado.
De acuerdo con el opúsculo “La serpiente de luz en Chichén Itzá”, del yucateco José Diaz Bolio, las siete ángulos de luz que se proyectan en la alfarda poniente de la pirámide mayor de Chichén indican el comienzo de la Primavera, pero también enfatizan el número de la serpiente de cascabel, que es el 7.
Como es evidente en la imagen del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), las luces que se proyectan en la alfarda poniente son siete, no nueve como debiera ser dada la cualidad sagrada de este número que es el del cielo maya. Bien observado, dice el autor, dos ángulos dan al suelo para completar nueve, pero no hay necesidad porque la serpiente ya está rematada con la cabeza gigantesca asentada en tierra al comienzo de la escalinata.
El 7 es número del crótalus porque al nacer sólo tiene un botoncito en la cola y al mudar de piel añade cascabeles cada vez más grandes hasta llegar a 7. Luego, las cascabeles serán todos del mismo tamaño, acaso más pequeños pero nunca mayores, explica el autor de “La serpiente emplumada, eje de culturas” (1955).
Una cascabel muda de piel hasta seis veces al año pero sólo una vez cuando envejece, indica el mayista citando la obra cumbre de Laurence M. Klauber, Rattlesnakes.
Así, el número 7 simboliza la fertilidad, el renacimiento y vida nueva de la naturaleza y reflejada en la pirámide indica el “advenimiento de la Primavera que significa la resurrección de la naturaleza y el comienzo de la temporada agrícola”.
En las escenas de sacrificios humanos en los relieves del Juego de Pelota en Chichén brotan 7 serpientes cascabeles del cuello de los decapitados. Son siete serpientes de la fertilidad, lo cual nos dice que el Juego de Pelota de mayas y toltecas tenía un carácter ritual para propiciar la fertilidad de la tierra.
La sangre de los decapitados simbólicamente convertida en serpientes caía a la tierra.
A esto mismo se debe, aduce, que la diosa de la fertilidad de los nahuas, la Chicomecóatl, sea representada por una víbora de siete cascabeles. El nombre de la diosa significa Serpiente 7, y es la diosa de la fertilidad.
Con estas observaciones el autor consideró eliminadas las aparentes contradicciones sobre la bajada de Kukulkán (en noviembre según documenta Landa, no en otra fecha) y un aparente error de los arquitecos mayas en la construcción de la pirámide al lograr la proyección de sólo 7 ángulos de 9 escalinatas.
En su pequeña obra editada en 1982, Díaz Bolio menciona a don Arcadio Salazar, de Pisté, “el primer descubridor” del fenómeno de luz.
Miguel Angel Fernández, un trabajador del INAH y colaborador de la Revista del INAH, dibujó el fenómeno y publicó por primera vez el acontecimiento astronómico.
Díaz Bolio fue el primero en bautizar el fenómeno como “Serpiente de luz” (idea con que fue “vendida” al mundo), porque representa exactamente el corte longitudinal de la columna romboidal que las serpientes de cascabel de la especie y subespecie Durissus tienen en la piel.
Después del texto de Fernández en la revista del INAH, el yucateco Díaz Bolio publicó a principios de los años setenta Estudio-guía a las ruinas de Chichén Itzá y sólo después el licenciado Luis E. Arochi publicó “La pirámide de Kukulkán, símbolo solar”.
José Natividad Ic Xec
José Natividad Ic Xec es director de elchilambalam.com y mayapolitikon.com