Hay una serpiente al que le crece pelambre, una especie de crin, de cabellera, y dicen que es la mascota de los dioses mayas, o sea de los Yuumtsil. Como toda serpiente, estos reptiles nacen y envejecen formando parte de los suyos. Sin embargo, cuando empiezan a envejecer, su aspecto registra un cambio: le sale una pelambre y su cabeza queda finalmente como la cabeza de un corcel.
Sin embargo, si bien su figura imponente infunde miedo, esta serpiente es totalmente inofensiva. Si llegara a cometer una falta (desobedeciendo a sus dueños) inevitablemente se encontrará un día en el camino transitado por los hombres quienes la matarán, o bien la matarán los propios animales. Como quiera que fuera, había que quitarle la vida, truncando su existencia por la voluntad de sus dueños.
Como su “rostro" tiene una metamorfosis y dado que crece demasiado en tamaño, infunde miedo a quien sea que descienda a las aguas de un cenote donde viven los dioses. Porque cuando crece, la Tzuuk kaan recibe las aguas vírgenes de los cenotes las cuales cuidará. En este caso sólo el aj men o sacerdote maya conoce el día idóneo en que una persona puede bajar al recinto, aunque es muy necesario hacer una ceremonia previa y realizar ofrendas. En caso contrario, quienes beban estas aguas sufrirán cólicos o en el peor de los casos la serpiente abandonará su escondite y saldrá a la luz del día a causar destrozos y castigar a los hombres.
Si estas serpientes cumplen fielmente su misión, los dioses las premian al final de su vida porque cumplido un plazo les crecerán alas y, liberadas, volarán directamente hacia el mar donde vivirán por siempre, porque han cumplido su parte en la conservación del mundo.
Esta historia que yo escuchaba de niño es verdadera, porque yo mismo, pasados muchos años me fue dado constatar su veracidad. Ocurrió un día, en temporada de lluvias, cuando volvía yo de la milpa, con un horizonte rojo vivo por la caída del sol, mientras caía una llovizna y el sol brillaba esplendoroso no obstante.
Caminaba yo ensimismado, pero de pronto miré hacia el Oriente y lo vi. He ahí que volaba la serpiente rumbo al océano. Quedé mirándola hasta que se perdió en el horizonte. Y pensé: es la Tzuc kaan que va a su sitio de descanso en el mar, cumplida su misión asignada por los Yuumtsil.
José Natividad Ic Xec
José Natividad Ic Xec es director de elchilambalam.com y mayapolitikon.com