Uno de los desafíos de los mayahablantes que k’as escribimos en nuestra lengua hoy día es cómo decir “baño”. Pero no podemos escribirlo si primero no lo traducimos, lo cual ya es otro trabajo y, ciertamente, más complejo que el solo escribir.
De entrada, el cronista opina que no es necesario traducir “baño”, sino tomarlo como un préstamo en atención a la claridad y la fluidez de la frase, y al espíritu de la época que vivimos. Esto lo comprendieron muy bien nuestros antepasados, los primeros que se decidieron a escribir empleando caracteres latinos.
Los diccionarios no ayudan mucho en este caso. El Cordemex no sirve en este caso. Don Pío Pérez consigna en la voz táncab “el patio, fuera de la casa, afuera de ella o del techo”. Lo mismo que el llamado Calepino de Motul. El Diccionario Popular describe baño como U kúuchil tu’ux ku yúuchul ichkíil. Hasta ahí.
El problema de la traducción de “baño” podemos constatarlo en los recintos institucionales donde los encargados se sienten obligados a colocar etiquetas también en lengua maya (y obligados a ensayar traducciones). También podemos verlo en lugares privados pero abiertos al público.
Los pueblos mayas nos han señalado como culpables de fecalismo, y es verdad. Hacemos nuestras necesidades fisiológicas en un rincón apartado del fondo del solar, un espacio generalmente pegado a la albarrada del vecino. Para lo cual usamos palmas de huano, los ecologistas; cartones o lonas de rostros de políticos, los no-ecologistas.
Cuando tenemos necesidad de desalojar el vientre o la vejiga, decimos “voy afuera”, que en maya decimos “tin bin táankab” o “nika’aj táankab”, que en ambos casos equivale a voy “al aire libre”, un eufemismo para significar que voy a hacer alguna necesidad. Pero el sentido que guardan las frases es “voy al baño”. No hay necesidad de especificar qué vas a hacer: si vas a defecar o sólo vas a orinar.
Al final de una graciosa pieza que critica los remedios para combatir el COVID-19 en los pueblos mayas, el parlamento de la actriz Socorro Loeza dice kúuchil ta’, es decir: “el sitio de cagar".
Hablar la lengua está muy bien. Para escribirla es necesario ensayar bastante hasta habituarse. Hoy día hablamos de tipos de “alfabetos”, pero nuestros antepasados nos han mostrado el camino: escribir y descubrir una manera en la marcha. (Cuando el cronista ve escrituras de hermanos que comienzan a hacer lo suyo, se sonríe orgulloso y dice: “Yo también he pasado por aquí”. Y hay que aplaudir la iniciativa.)
Si hablamos maya está muy bien que ensayemos a escribirlo, está muy bien que conozcamos los “alfabetos” (o al menos el más reciente que rige, se supone) y solo después ensayemos a traducir, que requiere conocimientos teóricos mínimos para hacerlos.
Es decir, basta saber la lengua para hablarla, pero no basta para escribirla. No basta saberla para enseñar en un salón (o individual), no basta saber escribir con corrección para hacer una traducción. Es necesario, por lo menos, en uno y otro caso, una formación estándar, por lo menos, para acometer dichas tareas.
Volviendo a lo del baño, el cronista opina que es mejor usar las maneras tradicionales. Xeen táankab, anda afuera o anda al baño; xeen t’uchtal, anda a agacharte, xeen p’oktaj, ve a acuclillarte. Xeen a kéextabáaj, anda e intenta hacer [la necesidad]. El sentido de cada uno es amplio, así como el sentido de “baño” no es sólo ichkíil (bañarse) sino un sitio donde uno puede orinar y defecar. Y otras cosas.
Opina el cronista que cualquiera de las formas anteriores en maya es comprensible para un mayahablante, sin necesitad de otras traducciones que pretenden equivaler a lo mismo.
Pero también es aceptable usar “baño”, y saz, se acabó.
José Natividad Ic Xec
José Natividad Ic Xec es director de elchilambalam.com y mayapolitikon.com