Por BERNARDO CAAMAL ITZA, agrónomo y comunicador. En plena luz del sol, de pronto se nubló ligeramente el cielo. El olor a incienso y el canto del jmeen invocando a los dioses mayas se dejó escuchar.
El ambiente no era el habitual. Algo estaba pasando y fue cuando repentinamente apareció un pequeño remolino de viento parecido a los tornados, que en lengua maya es conocido como mozón.
En ese momento, las risas y murmullos de los alumnos del Tecnológico de Oxkutzcab cesaron brúscamente.
El mozón mostró su fuerza: levantó polvo, ollas y trastes, y las láminas que se usaron para tapar al pib. Lo curioso es que se formó al Oriente, a seis metros del altar ceremonial, y al llegar a la mesa se detuvo unos cuantos segundos y desapareció por el Poniente.
El jmen, en completa calma y con los brazos abiertos, cantaba sus plegarias (firme, cual capitán de barco que amenaza naufragar) y nadie se movió de su sitio ni daba crédito a lo que pasaba. Sin embargo estaban siendo testigos de la presencia de los dioses mayas.
El remolino abrazó por completo a los presentes, y no se había ido cuando se formó otro en las inmediaciones en donde se hizo el pib (horno en la tierra para cocer los panes sagrados), avivó el fuego, recorrió unos 10 metros y se estacionó en donde estábamos. Después de un rato estacionario los vientos desaparecieron por el Sur.
El mensaje era claro: estaban los dioses con nosotros, y quienes nos acompañaban en esos momentos, como los alumnos, reporteros del Diario de Yucatán, maestros y la gente de algunas comunidades, estábamos presenciando un fenómeno inédito en nuestras vidas.
Para nuestro asombro, casi en ese mismo momento otro remolino se formó por el noreste del altar. Tanta fuerza tenían los vientos de su centro que levantó y tiró las mesas de plástico, levantó un remolino de polvo y se detuvo nuevamente en donde estábamos.
Fueron momentos de grandes emociones; la cara y el cuerpo de quien escribe fue azotado por una gran cantidad de flores que cayeron de las matas del frondoso jabín, así como a todas las personas que estábamos en un radio no menor de los seis metros.
Mientras que el viento azotaba a los presentes, el Jmen, vestido de blanco, a pesar de su edad mostraba el temple de nuestros ancestros, y en ningún momento detuvo su canto. Siguió alabando a los dioses que cuidan nuestras sementeras y nuestras vidas.
La sangre del cronista fluyó con más fuerza y no sabía si llorar o cerrar los ojos. Finalmente no pudo contener lagrimas de alegría.
Fueron momentos sagrados en que los dioses se comunicaron con nosotros y nos mostraron que somos muy frágiles ante sus decisiones.
El viento aminoraba su intensidad y el jmeen, de rodillas, concluía con sus cantos sagrados: había cumplido con su papel que es ser portavoz nuestro. Se levantó y con voz entrecortada nos preguntó en lengua maya: “Ta wile’ex le baax úucho’” (Vieron lo que sucedió).
En ese momento todos despertaron del letargo y querían tener una respuesta a este fenómeno.
Cómo agrónomo egresado de una Universidad (Chapingo) y con más de 19 años de estar trabajando en comunidades mayas y participando en sus ceremonias, el cronista les dijo que lo presenciado será para algunos casualidad y tal vez la ciencia tenga explicaciones, pero que en su caso lo único que les puede compartir como ser humano es que fue una experiencia maravillosa estar presente en esta manifestación de las deidades mayas cuya existencia siempre nos han recalcado nuestros padres y abuelos.
Los jóvenes del tecnológico, que desde muy de mañana se organizaron para realizar la ceremonia del waajilkool y honrar a las deidades mayas, en esta ocasión tuvieron la oportunidad de estar cerca de estas experiencias relacionadas con nuestras creencias íntimamente ligadas al trabajo de la milpa y a la vida comunitaria.
Después de esos momentos sagrados, todos los presentes en la ceremonia nos sentíamos hermanos. Fue un convivio pleno, nadie se preocupó de los detalles que si hay vasos o platos para la comida. Todos se apoyaron mutuamente, buscaron hojas secas y se sirvieron los alimentos.
Comimos y reímos, y algunos jóvenes preguntaron detalles sobre el fenómeno vivido, pero lo que quedó claro es que esta manifestación cambió para siempre nuestras vidas.
fue una experiencia maravillosa poder presenciar al mozon y aunque exista gente ignorante los que estuvimos en la ceremonia sabes que si existen los dioses mayas y que hay que tenerles el respeto que se merecen unos dirán que fumamos marihuana o que estábamos bien drogados y pasados pero de lo que si estoy seguro es que ya no entro en el grupo de personas no creyentes