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Es el séptimo disparo. Papá a punto de arrojar la escopeta, el Siipkuuts sólo daba un brinco juguetón por cada cartucho quemado, sin que se le desprenda una pluma. En ese momento la palabra antigua pinchó la memoria.
Cuentan los abuelos de nuestros abuelos, que los Yuumo’ob más primeros crearon al k’aykuuts, pero esta noble ave necesitaba tener un guardián, entonces para no desentonar con la lógica maya los dioses crearon al Siipkuuts, visto y atacado por los cazadores en el afán de llevar un poco de carne a casa para comer con la familia.
Son alrededor de las seis de la mañana. El sereno baña las hojas de los árboles en mayo. Es una distancia de más o menos un kilómetro. Se oye al K’aykuuts surcando el monte alto con su enamoradora voz; su canto atractivo para las hembras; las despierta con optimismo, hallarán buena comida con música de fondo, sus sensibles plumas se erizan ante el sonido del soberbio pecho del K’aykuuts, penetra los recovecos de los árboles encargados de reproducirlo, en un eco de complicidad erótica.
Cazador experimentado con su calibre veinte, papá acostumbra derribar al K’aykuuts más veloz en pleno vuelo. Con la inmaculada puntería de su mirada, esperaba al despuntar el alba, en el corazón del monte, los primeros cantos del enamorador K’aykuuts, quien se luce entre las hembras ávidas con pasos ligeros y miradas complacientes, al macho que narcisísticamente infla su plumaje; mientras ataca con el sonido del tambor guerrero que lleva en el pecho.
Por lo menos, ha sido una hora la travesía de papá, finalmente hizo contacto visual con el k’aykuuts, a unos veinte metros de distancia, mira con envidia su control sobre las hembras que esperaban ansiosas al galán bajar de su escenario; después del matutino concierto, acto seguido la rienda suelta al mañanero amor de un macho, con cinco hembras modernas afirmando con su mirada, militar en el club del poliamor silvestre.
El objetivo no es presenciar ese momento de intimidad múltiple: había que disparar al k’aykuuts; la familia tiene necesidad de alimentación, ese regalo diario de nuestra madre tierra, en complicidad generosa de Yuum K’áax; éste también por ahí andaba silbando como buen guardián de sus animalitos, y es quien permite o no que sean cazados por el campesino milpero que comparte con los animales su cosecha de maíz y otros frutos.
Las condiciones estaban dadas: el punto del calibre veinte descansaba sobre las costillas del K’aykuuts, el gatillo esperanzador hace lo propio; la sorpresa de papá fue enorme, no tiene el hábito de fallar; el k’aykuuts solo dio un brinco acrobático frente al disparo y siguió cantando; ante su incredulidad pone un segundo cartucho y repite el protocolo; el K‘aykuuts respondió con la misma actitud sin mostrar ninguna percepción de amenaza; así fueron otros cinco intentos bajo el mismo resultado.
De rodillas, papá pidió perdón por abusar de los animales de Yuum K’áax quien los cuida para todos sus hijos; con dolor regresó a casa, por mucho tiempo abandonó la cacería; un Chilam Báalam le aconsejó pedir perdón a los Yuumo’ob, que ofrezca sakab para los animales y aves de nuestra madre tierra, no se debe abusar de ellos; así, en su día, el sakab en un joma’ lleno, se ofreció a los cuatro Yuum Iik’ y a Yuum K’áax, Yuum de los animales.
El aj Meen aclaró: según nuestros saberes y creencias, todos los animales tienen uno que es su mayor, el que los representa; a los K’aykuuts los proteje Siipkuuts, su nombre significa pavo silvestre de grandeza, no muere por ningún disparo de arma de fuego, es viento sagrado, es guardián de los kuuts, vive en el corazón del monte, se alimenta de la madre tierra, es un Yuum IIK’, puede resultar dañino para el óol o salud de las personas que intenten matarlo o atacarlo.
Para el ts’uul, el Siipkuuts es un simple pavo mítico, es hechizo de esta tierra según el cristiano landista, es un folclore para los indigenistas, es un desgastado pseudocuento de cazadores furtivos según muchos estudiosos.
El Siipkuuts para el pueblo maya, origen de papá, es musicalización del amanecer, canto dialectal del mayab, color de la diversidad, ópera del origen creador de Dios; resistencia ante la uniformidad, viento hecho lenguaje comunicante con el no tiempo.
El Siipkuuts es presencia del poder de Dios en el monte alto, guardián de las aves silvestres, es Yuum IIK’ musicalizando con cuerdas y tambores la mañana, recreando el tiempo de la creación; es tunk’ul de nuestros abuelos más primeros, sensibilizando el oído de los dioses y diosas que crean con sus manos y piel nuestro linaje; es color pentagón del universo solar, diversidad del plumaje colorido, afirmación intercultural; es rebeldía que canta y baila su resistencia frente brazo genocida del tirador de fuego, así protege y defiende la vida ante la precocidad de agentes de muerte; es voz profética, denunciante y anunciante en el caminar maya en resistencia por dignidad, capaz de percibir en colores y cantos la presencia de Dios.
El Siipkuuts es semilla de nuestra fe, es reafirmación de nuestras creencias, es la verdad de nuestros dioses, es preservación de nuestro ver, oír, hablar y sentir, es lo que otros llaman cultura, es la motivación de nuestros ritos, es lenguaje sin ser lengua, es corazón del cielo y corazón de la tierra, Yuum K’áax incomprendido y satanizado por el ts’uul; es origen de nuestro origen sin ser de otros origen, metáfora de nuestra lengua y lenguaje maya, de nuestro pensamiento sentido y nuestro sentimiento pensado. Siipkuuts, canto musical en resistencia.
Pedro Uc Be
Pedro Uc Be es defensor del territorio maya, poeta y escritor en lengua maya. Es profesor de literatura maya en Bellas Artes.