“¡Qué bella es la lengua maya!”, exclamó después de haber visto “La danza de los Wáay” que se estrenó este miércoles 19 de agosto en el teatro Felipe Carrillo Puerto de la UADY, y que fue hablada toda en maya. En veinte años de amistad nunca había oído de su boca una expresión de esta magnitud sobre la cultura maya. Con más de 15 años en el periodismo cotidiano, nuestra amiga es reconocida por sus amigos por su lucidez y sus juicios duros pero también por su cultura y gusto literario. Ahora, al detenerse la trepidante música del zacatán y las flautas, encendidas ya las luces y la gente asombrada se removía en su butaca sin acertar todavía qué decir sobre lo visto, si irse o quedarse, su asombro era genuino, y más tarde lo referiría al cronista.
“Qué bella es la lengua maya. Todo estuvo bien. Las voces, los golpes de pie, las danzas, la música, las rosas en el suelo. Todos estos elementos hizo uno solo produciendo un espectáculo nuevo: una forma nueva de presentar un tema antiguo. Creí adivinar cuál fue el asunto pero sin saberlo con exactitud me gusta lo que he visto y lo que he oído”, aseveró.
Fueron 35 minutos de acción trepidante, media hora de acción intensa que fue in crecendo hasta cerrar el círculo cuando los cuatro Wáay vuelven a su estado humano, quedando solamente la Wáaymiis que fue castigada por su desobediencia.
“¿Es todo?”, exclamó una señora que estaba al lado de la maestra Laura Pérez Salazar, quien estuvo acompañada de su amiga Eulalia Chan Puc, mayahablante de Tetiz. “Sí, parece que sí. Sólo nos picaron. Lo hicieron así para que volvamos”, le respondió en broma la maestra a su vecina de butaca.
“¿Corto? ¡Claro que no! Estuvo muy bien, pero el impacto visual nos hizo perder la noción del tiempo que pasó como un suspiro”, opinó por su lado la señora Alma Rocío Balam Basto quien estuvo en la segunda fila (“En la primera fila nunca, porque luego llegan los funcionarios y lo desalojan a uno”, observó seriamente, y bien que lo sabe por años de trabajo en esos ámbitos como asistenta). “De lo bueno, poco”, afirmó. ¿“Que si lo volvería a ver?, ¡desde luego!, y también lo recomendaría”, afirmó.
Muchos elogios escuchó el cronista, muchos para los actores y otros tantos para quien ideó el formato de presentación. “El sólo hecho de presentar una obra sin necesidad de tanta parafernalia, la decisión de usar lo cotidiano, lo mínimo ya es de por sí elogiable. Las sillas, la vestimenta, los zapateos, los símbolos de las jícaras y las flores fueron suficientes para presentar una idea en el escenario”, señaló Balam Basto, con amplia experiencia en la logística del ya anual Festival Internacional de la Cultura Maya (FIC Maya).
“Es común ver representaciones aparatosas que tienen el fin de comunicar un asunto de la cultura maya, pero ustedes lo hicieron usando lo mínimo. Se entiende que para hablar de su cultura no hay necesidad de costosas vestimentas y ostentosos escenarios. Basta con conocerla y expresar con naturalidad lo que son ustedes mismos en un escenario”.
Manuel Fajardo, conocido en el medio como Manu, profesor de baile en Tumakat, fue el director de la pieza. Cuando el grupo pensó en hacer una “compañía de teatro” decidió que debía incluir música en vivo y buscar la asistencia de un profesional en la expresión corporal y la danza. Fueron días intensos de trabajo con Manu, quien por primera vez tuvo contacto directo con un grupo de mayas mayahablantes (¡y vaya que no ha sido un encuentro fácil!).
En La danza de los Wáay salen en escena cuatro personajes: papá y mamá, y su hija. Esta trae con ella un pretendiente para presentar a sus padres y lo conduce hasta el lugar secreto en donde en ciertas noches señaladas acuden a transformarse en Wáay, luego de un secreto ritual.
La señora Eulalia Chan Puc, vecina de Tetiz, quedó muy impresionada, y en una expresión espontánea dijo: “Esto deben llevarlo a mostrar en los pueblos”. (Y éste es también uno de los objetivos de la Compañía Itinerante de Teatro Maya Wáay). Enseguida comenzó a explicar el tema de la historia a su vecina de butaca Laura Pérez, y finalizado la maestra exclamó: “Lo suponía. No andaba yo lejos”.
“La próxima vez habrá que proveer una sinopsis de la obra, porque si un regiomontano llegara al espectáculo seguramente nada entendería”, observó al cronista Alma Balam. “En el caso de los yucatecos, creo comprendemos más o menos una historia contada de esta manera en un escenario, pero no será igual con los visitantes”.
Parte del proyecto de la Compañía Itinerante de Teatro Maya Wáay es hacer representaciones genuinamente mayas echando mano a la tecnología para subtitular, un aspecto que omitimos en esta ocasión porque lo juzgamos innecesario y porque los parlamentos fueron muy escasos.
La presentación, a cargo de seis personas incluyendo los dos músicos, se inició a las dieciocho horas con diez minutos y veinte minutos antes de las siete ya estaba concluida. Los músicos se llaman Ricardo Castillo y Juan Carrillo; los actores Isaac Carrillo Can (Wáaytaman o wáay chivo), Carolina López (Wáay miis), Sandi Tun Itzá (wáay pek’) y José Ic (wáay k’éek’en).
En espera de nuevas presentaciones y nuevos escenarios, la Compañía trabaja arduamente en nuevas propuestas y en mejorar las que ya tiene.