El problema inmediato que estamos viviendo los mexicanos es que no hay manera de saber qué estamos comiendo, afirmó el doctor Eduardo Adolfo Batllori Sampedro, en la presentación del libro El maíz ante los transgénicos. Un análisis integral del caso de México, en el auditorio Cepeda Peraza de la UADY, la tarde de este viernes.
Cuando abrimos una bolsa de pan, cuando abrimos cualquier paquete de alimentos, no hay manera de saber si contiene o no productos transgénicos, simplemente porque la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris) no ha querido hacer que se cumpla la disposición de que los fabricantes lo indiquen en la etiqueta, afirmó el experto en su alocución en un auditorio.
Cuando le hemos preguntado a la Procuraduria Federal del Consumidor (Profeco) por qué no exige a las empresas que etiqueten con esta indicación, responde que porque la Cofepris no ha pasado la lista de productos que son considerados transgénicos, detalló el titular de la Secretaría de Desarrollo Urbano y Medio Ambiente (Seduma) de Yucatán, que expuso una serie de datos duros para poner de relieve la gravedad de la presencia de los transgénicos en territorios donde hay cultivos que son originarios lo cual es grave. Aún más: reveló que Bayer gestiona una solicitud para hacer cultivos experimentales en Yucatán.
El producto en mayor peligro en México es el maíz, que es una planta originaria del territorio mexicano, pero el problema no queda ahí: las grandes compañías (con Monsanto a la cabeza) ya están trabajando también en el tomate, la calabaza, el frijol y el algodón. De acuerdo con tratados internacionales, estos cultivos tienen protección legal y su destrucción es considerado un crimen contra la humanidad. No obstante, las políticas gubernamentales ignoran de facto estas disposiciones y construye leyes que van socavando poco a poco una tradición ancestral. Una política dañina es Procampo que a la larga hará cuña a favor de los transgénicos, advirtió.
El maíz ante los transgénicos. Un análisis integral del caso de México es un buen respaldo científico para fundamentar la solicitud de zonas libres de transgénicos sin embargo hay que hacer un trabajo de difusión y de traducción al idioma maya y aterrizarlo a la realidad del campo yucateco, afirmó a su vez el agrónomo y periodista Bernardo Caamal Itzá, de Peto.
En un ambiente muy formal, Bernardo Caamal llamó la atención porque llegó acompañado de un grupo de productores de maíz del sur de Yucatán (Xoy, Chaksinkin, Peto), los que han promovido y realizado desde hace 12 años la Feria de las Semillas. Los presentó delante del público, llamándolos por su nombre. El Arux Duende y su equipo también trajeron consigo elotes, semillas y mazorcas que colocaron delante del presídium.
Bernardo Caamal observó que el campesino casi vive al margen de la legalidad porque las leyes han ido colocándolo al margen, de modo que éste –al poner en práctica sus tradiciones milperas y de sobrevivencia– transgrede las reglas establecidas. Las leyes sectoriales fragmentan la milpa, señaló Batllori después, ya que mientras el campesino maya meneja unitariamente los recursos naturales, las normas lo sanciona. Así, los mayas no pueden cortar madera para su casas, ni guano, ni producir carbón porque necesita realizar antes una gestión para obtener permisos.
Una participante informó de la confusión que priva en el Cono Sur de Yucatán, en donde los técnicos oficialistas manejan informaciones amañadas para lograr sus objetivos de que los campesinos adopten semillas “transgénicas”, pues rinden más y su producción es relativamente más barata.
Al cierre de las respuestas a preguntas, el presentador Eckart Boege Schmidt afirmó categórico que hoy día no hay límite entre el Estado y las trasnacionales que quieren apropiarse de las semillas de los pueblos, no hay límite entre el Estado y las compañías mineras, no hay límite entre el Estado y el crimen organizado.
Boege Schmidt recalcó el carácter de la Unión de Científicos Comprometido con la Sociedad, que coordinó la publicación del libro. Durante tres años, 50 científicos trabajaron para presentar la documentación más completa sobre el estado del maíz en México. El ejemplar se vendió en 250 pesos durante el evento pero luego irán llegando a las instituciones para su consulta o su venta.
Fue claro Boege sobre la decisión de gobierno de aprobar el cultivo masivo de transgénicos en territorio mexicano y señaló casos concretos de desprecio de lo que producen los mexicanos. Recientemente, dijo, Liconsa no compró maíz a productores de Veracruz pero sí adquirió 20,000 toneladas del grano a Africa, y de esta manera obliga a los productores a terminar utilizando las semillas que se les entrega.
En otro momento, Miguel Angel Munguía Gil, de EDUCE, señaló que estadísticamente México es autosuficiente en la producción del maíz, de modo que no valen los argumentos del gobierno de que hay una crisis de alimentos. No obstante, más adelante Batllori arrojó una cifra aplastante en el caso de Yucatán: el estado exporta cada año 2.5 millones de toneladas de maíz, especialmente para alimentar a los cerdos que se crían en los cientos de granjas.
Cada mexicano consume diariamente en promedio 325 gramos de maíz en diferentes productos, de los cuales obtiene 35% de las proteínas que requiere y 55% de carbohidratos, según Batllori. De modo que no puede decirse que el maíz sea del pasado. En México, 1,700 campesinos siembran el maíz, cada con 5 hectáreas en promedio, y lo hacen como hace 10,000 años, abundó.
El asunto de los transgénicos es un asunto de salud y la pregunta es cuál será la situación de México dentro de 25 ó 30 años. Munguía señaló el caso de Argentina en donde investigaciones reportaron de cada 250 nacimientos 12 casos con malformaciones a causa de los transgénicos, cuyo entorno de cultivo representa grave peligro para ellos.
Los expositores destacaron que una forma de detener el avance de las imposiciones gubernamentales que atentan contra los pueblos originarios es formar sociedades y actuar, como lo han estado haciendo algunas asociaciones en varias partes de la república, tanto en el norte como en la Península de Yucatán, particularmente en el asunto de la miel.