POR GILBERTO AVILEZ Tax, doctor en Historia de Yucatán
Escribo desde la biblioteca El Chilam Balam que se encuentra en el Museo de la Cultura Maya de Quintana Roo, en Chetumal. Escribo para contradecir a Édgar Rodríguez Cimé en un punto específico a su texto publicado hace unos días en El Chilam Balam.[1] Escribo, además, para hacer una pequeña aproximación a uno de los hombres que más he admirado en mis años de formación en la Universidad de Quintana Roo, el maestro Javier Gómez Navarrete (Akil, Yucatán, 1942).
En un desliz por instituirse como admonitorio juez sobre quién escribió la primera novela en maya yucateco, Rodríguez Cimé lanza el ucase de que si bien es cierto que Gómez Navarrete fue el primero en escribir una novela en maya yucateco, de inmediato, haciendo gala del socorrido regionalismo, que hace prístino su desconocimiento de otras lejanías y otros ámbitos de la península, en una cláusula, inaceptable para mí y que demuestra, asimismo, su desconocimiento de la trayectoria del maestro Gómez Navarrete, apuntó que: “A diferencia de la mayoría de literatos mayas de Campeche, Quintana Roo y Yucatán, el maestro Gómez Navarrete, conocido en el medio universitario intercultural, y autor del Método para el aprendizaje de la lengua maya y del Diccionario Maya-Español, no reside en la península.[2]
Aunque muchos chetumaleños puedan barajar la hipótesis peregrina de que su pequeña ciudad mira más hacia Centroamérica que hacia la península, la vieja y legendaria Chactemal donde se dieron las defensas más fieras de la autonomía maya en tiempos del contacto indoeuropeo; la Chetumal forjada en el recodo manso, duradero y apacible del Hondo, por los hombres y mujeres que formarían la extirpe casi extinguida de los payoobispenses, es la tierra adoptiva del maestro Gómez Navarrete, el akileño universal. Chetumal, además, es la región macondiana de la península incrustada en su dorso caribeño.
Gómez Navarrete fue maestro de innumerables antropólogos de Quintan Roo, así como del poeta Wildernain Villegas Carrillo (Villegas Carrillo podría ser más intimista que yo en sus evocaciones del maestro), y aunque no tuve la fortuna de tomar clases con él en Chetumal, caminé en varias ocasiones a su lado cuando me lo topaba a él llevando de la mano a su hija, de pocos años en ese entonces, por los pasillos de la UQROO, como un padre abuelo apegado a las nuevos veneros de la vida recién amanecida. Me habló de Akil, le hablé de Peto, recordamos esa Guerra siempre cautivante, esa larga guerra que a estos dos yucatecos del sur tanto nos ha fascinado: la única guerra que podemos cantar, historiar y sentir como propias las batallas de los “nojoch mako”: la Guerra de Castas de Yucatán. Le dije que leí su libro sobre Cecilio Chi y que le daba las gracias por haberlo escrito con palabras voladoras, danzarinas y exactas en su poeticidad silenciosa.
Me acuerdo que en un seminario sobre literatura indígena impartido por Jorge Pech Casanova, Gómez Navarrete defendió esa idea de que los escritores, cualquier escritor, maya, mestizo o blanco, el único deber que tiene consigo mismo, es salir de sus estrechos márgenes y de los tópicos con el que el pensamiento colonial ha intentado cosificar la mayanidad: me refiero al “pueblito”, al “cenote” y a la “Xtáabay”, que José Natividad Ic Xec refiere y que Rodríguez Cimé toma como epígrafe a su texto de marras. La mayanidad es, desde luego, el pueblito, la “comunidad”, aunque, igual, Gómez Navarrete aconsejaba, a sus jóvenes alumnos, que se empaparan de las literaturas universales, de las novelas modernas, de la filosofía griega, de los imperecederos clásicos del pensamiento y la creación que hemos tenido como especie en milenios de trashumancia humana. Y considero que Gómez Navarrete entendía perfectamente de lo que hablaba, pues en una visión sintética de lo que consideraba el ser maya, escribió, no me cabe la menor duda de que él lo escribió, de que los mayas “no tenían cerrado su entendimiento, ellos fueron un pueblo inteligente que conocía el cielo, la selva y sus animales”, y que aunque es verdad de que en el mundo “hay hombres negros, hombres rojos, hombres amarillos, hombres blancos”, “ningún linaje es más inteligente que otro, nadie tiene la fuerza del derecho para quitarles a los otros hombres sus bienes o su vida”.[3]
Años después, alejado de Chetumal, me encontré al maestro Gómez Navarrete en Mérida, creo que en el 2012, indagando en las mesas repletas de libros de una feria municipal. El Gómez Navarrete que conocí en mis últimos años en la UQROO (me fui de Chetumal en el 2010), con problemas locomotrices por el mal de Parkinson que lo aquejaba, se había convertido en un hombre, si no rejuvenecido, sí recuperado en sus movimientos. Me dijo que cada semana venía a Mérida para que le practicaran la acupuntura, y que, al parecer, esa medicina oriental había dado buenos resultados. Yo me alegré de que se pudiera mover bien, discutimos sobre cosas de la historia de Yucatán, y lo vi alejarse, encorvado pero caminando.
El Cecilio Chi[4] de Gómez Navarrete es una visión indígena literaria del caudillo de Tepich, diametralmente distinta al texto decimonónico de Severo del Castillo,[5] denodadamente racista este último. Aunque contiene algunos yerros propios de la visión idealizada y maniquea de la Guerra de Castas, lo salva el hecho de que es una novela y no un texto de historia. Gómez Navarrete, conocedor de la historia a profundidad de Quintana Roo desde sus años de maestro rural en 1960 laborando en la zona maya, estudió en Chilpancigo, Guerrero, la licenciatura en historia. Tiene otra licenciatura en educación cívica y social, una maestría en ciencias sociales por la Normal Superior de Bacalar, e ingresó como profesor investigador en 1996 en la UQROO “en donde fue pionero al instrumentar los métodos de aprendizaje de esta lengua”.[6] Ha escrito un poemario a su tierra, a su inolvidable península, a su lu´um[7]. Y además de sus trabajos propiamente lingüísticos como defensor del maya yucateco, el maestro Gómez Navarrete se ha declarado cuentista, cuentero, o indagador de la memoria y las “voces sin tiempo” de campesinos, cazadores, chicleros, pescadores y tantos hombres y mujeres que Gómez Navarrete conoció desde sus años de maestro rural por estos andurriales del oriente de la península. Gómez Navarrete sabe que las narraciones orales y escritas cuentan con vasos comunicantes y que el escritor está obligado a buscarlos y unirlos.[8]
Conocedor profundo de las cosas de la península, siguiendo los pasos de su antecesor Santiago Pacheco Cruz, yucateco igual y que hizo mucho por la cultura, la historia y hasta la etnografía en el territorio de Quintana Roo, en 1998 publicó un magistral estudio sobre la historia y geografía de Quintana Roo para bachillerato. En ese texto, desapercibido por muchos, se puede comprobar sus largas, variadísimas y eruditas lecturas sobre la historia no sólo de Quintana Roo sino hasta de la península en su conjunto.
Lamentablemente, el mal de Parkinson lo ha alejado de las aulas y del estudio al inolvidable maestro akileño. En años recientes fue homenajeado como se le debe a este pionero de la educación en Quintana Roo. En el 2010, la UIMQROO le otorgó el Doctorado honoris causa, pero considero que el mejor homenaje para el maestro, es volver a sus temas que lo han apasionado: la historia maya, la guerra de castas y sus estudios lingüísticos.
[1] Véase Fascinación de literatos no mayas por la novela “indígena”, El Chilam Balam, subido el 21 de abril de 2016 a http://elchilambalam.com/2016/04/fascinacion-literatos-mayas-la-novela-indigena/ Este texto, a petición del autor Rodríguez Cimé, sería eliminado. Una autocensura, sin duda alguna, inaceptable.
[2] Idem.
[3] Javier A. Gómez Navarrete, Maribel Olguín Díaz y Sigurd Hinojosa O’Neal, Historias mágicas del Mayab. Versiones en español, maya, inglés e italiano. Ilustraciones Isaac Hernández Ruiz, UQROO-Instituto Quintanarroense de la Cultura, Chetumal, 2001.
[4] Javier Gómez Navarrete, Cecilio Chi’. Nen óol k’ajlay (Cecilio Chi´. Novela histórica), Chetumal, Instituto Quintanarroense de la Cultura-Gobierno del Estado de Quintana Roo, 2003.
[5] José Severo del Castillo, Cecilio Chi, Mérida, Club del
[6] Novedades de Quintana Roo. “Nojoch Mák, el mayero incansable de la Uqroo”, 14 de abril de 2014
[7] Véase fragmentos del poema en https://lapalabramaya.wordpress.com/tag/javier-abelardo-
[8] Javier Gómez Navarrete, Voces sin tiempo. Cuentos. Colección La Hoja Murmurante, Toluca, Editorial La Tinta del Alcatraz, 1992.