Los “desarrollos premiun”, como el Mayazama en Tulum, están llevando al colapso las costas de Quintana Roo, afirma el doctor Ernesto Vargas Pacheco, en una conferencia sustentada en la sede del INAH-Yucatán, en el VIII Diplomado sobre Peritaje antropológico.
Las grandes empresas aprovechan los resquicios de las leyes sobre protección de la naturaleza, la arqueología y los bienes históricos para hacer de las suyas, afirmó el académico quien es un experto en peritaje.
Han aprendido los hombres del capital a dar por su lado a las autoridades para lograr sus objetivos, señala Vargas Pacheco, y ejemplifica: una constructora llama al INAH y le dice que en cierta área hay unos cerros que conviene explorar, y a esta buena voluntad se suma una aportación importante en efectivo para la realización de los trabajos. Con esto el constructor sigue con sus trabajos mientras el INAH hace el salvamento. Además, el constructor acude ante al Semarnap y le dice: “el INAH ya me dio permiso”. ¿Qué ya te dio permiso? “Pues adelante, adelante”, le dice Semarnap. Y así se la gastan, señala jocosamente Vargas Pacheco.
En la elocución del especialista se infiere que las leyes que dividen naturaleza y arqueología son dañinas porque no permiten proteger adecuadamente el patrimonio. En una obra donde se destruye la ecología, el INAH no puede hacer gran cosa porque no hay vestigios arqueológicos, continúa señalando. Lo más que podría hacerse en estos casos, considera, es recurrir a los antropólogos sociales, quienes advertirán de los daños que producen ciertas construcciones en la idiosincracia de una población autóctona.
En su disertación, el perito –cuyo trabajo dio la victoria a Quintana Roo en el conflicto limítrofe entre los tres estados peninsulares–, se refirió expresamente al “plan maestro” de la urbanización de Tulum (ya aprobado por la Semarnap), lo cual arrasará con el entorno natural y destruirá el subsuelo, contaminando el agua con toneladas de cloaca al año.
La mejor manera de proteger naturaleza, arqueología y cultura intangible es un perfecto acuerdo entre las autoridades que velan por estos bienes, afirma. Y eso es posible cuando hay buena voluntad.
En su exposición, que rondó las tres horas, con un receso, Vargas Pacheco recordó que en algún momento las leyes protegían naturaleza y arqueología como uno solo. Desgraciadamente hoy día, el primer obstáculo con que los peritos del INAH se topan es con la “delimitación de su área”. Y estos pueden presenciar la destrucción de los bienes de la nación en sus propias narices (por ejemplo, naturaleza) sin poder hacer nada.
Vargas Pacheco conoce bien Tulum porque fue él y su equipo de arqueólogos quienes delimitaron la ciudadela e hicieron los trabajos de rescate. En aquellos tiempos el INAH se enfrentó a una de las más fuertes crisis en defensa del patrimonio cultural, pues demandó a la propia Marina y a varios empresarios que se habían apropiado de zonas federales y construido pequeños hoteles. La Marina había construido un faro en los cerros de la zona arqueológica.
Pero muchos daños ya estaban hechos, por ejemplo el patrimonio que se destruyó al construir la carretera federal donde se accede a Tulum. “Cada dos o tres kilómetros había vestigios arqueológicos”, lamenta el especialista. “Y esta manera de construir de los mayas, las distancias que imponían entre unos y otros centros rituales, debiera ser un ejemplo para nosotros hoy día”, afirma.
En Holbox (Quintana Roo) un megaproyecto “premium” llamado Ensenada amenaza hoy día con destruir un gran patrimonio natural y para la zona arqueológica de Chichén Itzá (Yucatán) recientemente se anunció un gran desarrollo que incluirá campo de golf, para el disfrute de los turistas.
Vargas Pacheco sustentó su conferencia el 26 de junio pasado, en el marco del Diplomado sobre Peritaje antropológico que se inició la primera semana de mayo pasado y terminará en diciembre.