El cultivo de los transgénicos en Yucatán sigue un patrón similar al de las drogas: los cultivos se realizan en parcelas pequeñas y aisladas, logrados a base de mentiras a los campesinos quienes acceden a participar creyendo en la promesa de que se van a hacer ricos.
“Lo más terrible del caso es que ninguna autoridad hasta ahora ha dado el permiso para el cultivo. Los trámites dicen que los permisos están en estatus de procesos administrativos para el caso de la soya, sin embargo ésta ya se ha cultivado por iniciativa de empresas sin escrúpulos y campesinos que no se informan de lo que están haciendo a su pueblo”, afirma la ingeniera agrónoma Alma Valencia Arana.
¿Y qué debemos hacer nosotros la sociedad civil? Enfocar el problema en dos vertientes: participar y presionar al gobierno en los órganos de consulta que las autoridades están obligadas a emitir –según el artículo 33 de la Ley de Bioseguridad de Organismos Genéticamente Modificados (LBOGM)– y presionar al gobierno para que estos no entren a ninguna fase de autorización.
Pero lo más importante, señala la ingeniera, es concientizar a nuestro pueblo de que nuestro maíz es una de las razones de ser de nuestra cultura ancestral; que durante miles de años nuestros antepasados han podido vivir de su “gracia”, que nuestra libertad como personas y como pueblo nos lo dan nuestra comida, que no podemos entregar esa libertad a comerciantes y hombres sin escrúpulos que nos quieren ver siempre con la mano extendida.
Las declaraciones de Alma Valencia, hechas en su cuenta de Facebook, tuvieron lugar en momentos en que campesinos de diferentes estados, entre ellos de Yucatán, realizaban una huelga de hambre colectiva en el Angel de la Independencia, en el D.F., contra la siembra de granos transgénicos en México.