“Sólo quiero un pedacito de tierra para hacer mi milpa. Eso es lo que me gusta hacer, así como ve. De niña, cuando todavía tenía cinco años, mi papá me llevaba a la milpa y me hacía hacer el trabajo de un hombre. Aprendí a chapear, a sembrar, a cosechar.
“Así que ve, somos diez hermanas. Ningún varón tuvo mi pobre papá pero para eso estábamos nosotras: para ayudarle a hacer el trabajo.
“Hace 20 años que falleció mi esposo y hace veinte años que me gano la vida haciendo mi milpa. No importa que no logre sacar muchos sacos. Me bastan cinco o seis sacos y ya tengo para guardar y comer.
“Tengo un hijo y tres hijas. Pero sólo permito que me ayude el muchacho.
Pero lo que yo quiero es un pedacito de tierra para trabajar lo que me gusta. Me gusta mucho la milpa. Es verdad que hago milpa pero alquilo la tierra donde trabajo. Los dueños me ayudan a trabajarla. No es mucho lo que me cobran y son buenas personas. Hacen lo que se les pide y son muy respetuosos, pero nada como tener una su propia tierrita ¿no cree?
Habla Margarita Cachón Cervera, vecina de Teabo, una de las cuatro mujeres que estuvieron presentes en la reunión de ejidatarios el viernes 6 de febrero pasado.
De un centenar de campesinos que se dieron cita al evento que organizó U Kanaantaal Sihnal en Teabo, por lo menos una quinta parte fueron mujeres. Ellas llegaron, compraron semillas criollas, hicieron preguntas, escucharon por momentos las ponencias y luego se retiraron para atender su casa, según dijeron muchas de ellas que fueron preguntadas por elChilamBalam.
Algunas de las mujeres son ejidatarias que heredaron los derechos de su esposo fallecido, otras habían ido en representación de su marido ausente. Todas escuchaban con atención todo lo que se decía.
Mujer blanca, menuda de cuerpo, Margarita Cachón sobrellevó las seis horas de actividades y se retiró con mucha esperanza de que el ejido la acepte y le conceda un día un trozo de tierra para trabajar. “No que me la regale. Que me la dé sólo para hacer mi milpa”, dice.
Poco más de cien ejidatarios se reunieron en Teabo para discutir mejores formas de organizarse. Y la asociación U Kanaantaal Sihnal les llevó al más indicado: a José Loría, líder y estratega del ejido de San Crisanto, el mejor posicionado en Yucatán.
“Se trata de que avancemos juntos, que todos salgamos ganando”, les dejó en claro Loría, cuyo ejido ganó fama por haberle negado permiso a Televisa de filmar gratuitamente en sus playas episodios de una novela.
Reconocido y premiado por su desempeño, el ejido de San Crisanto es hoy día el mejor modelo a seguir. Y los campesinos lo oyeron muy interesados. “El negocio está en el ejido, no fuera de él”, les aseveró.
“El tiempo va ganando a los ejidatarios”, había dicho antes José Loría, ante la realidad cruda de que la mayoría de estos hombres son mayores y están muriéndose sin dejar un heredero que atienda la tierra cuando no estén.
“La clave es organizarse” según Loría y a ello se dedica la asociación U Kanaantaal Sihnal (de Peto) y cuyas acciones abarca a 12 municipios del sur de Yucatán, donde la mayoría es mayahablante.
Fue el último evento de la asociación de la difusión de la estrategia nacional para reducir la contaminación y la deforestación (REDD+), un plan de difusión que se realizó durante cinco meses en 12 municipios del Sur, y que fue monitoreado por la Comisión Nacional Forestal (Conafor).