Los mayas prehispánicos consideraron el jade una piedra preciosa, pero ¿a qué se debía esta apreciación? Un programa televisivo sobre el rayo verde solar, transmitido en Francia el 24 de diciembre pasado, da actualidad a un tema tocado por nuestro autor predilecto, que propone una explicación a la pregunta.
En unos párrafos en donde habla de la serpiente de cascabel como emblema de la luz, el mayista yucateco José Díaz Bolio (q.e.p.d.) habla del rayo verde y sugiere que podría deberse a este fenómeno que para los mayas “el jade y a la turquesa eran piedras preciosas, ya que son verdes, símbolos de la regeneración”.
En su obra Origen del arte maya, el estudioso trae a colación al Monolito de Tuxpan en cuyo vértice del ángulo hay un pequeño hueco circular en el cual habría estado montado originalmente un jade.
En su opinión, el monolito representa al Sol descendente, el ángulo representa el rayo solar y el jade (que apunta hacia arriba) “expresa el último rayo de luz solar, ya que contemplando la puesta del Sol en Yucatán y viendo cómo se hunde en el mar, el último resplandor es verde, por lo que se lo llama el rayo verde”.
Fervientes adoradores del Sol, los mayas conocieron como nadie al astro rey y elaboraron un calendario para llevar la cuenta de su edad, que no tiene fin, eterno para ellos, según este mismo autor. No es de extrañar que todo lo valioso lo fuera porque tiene relación con su dios.
En el programa de television de Patrick de Carolis, Raíces y alas (Des racines et des ailes), en France3TV, astrónomos aficionados fotografiaron la famosa luz verde detrás de una montaña, al amanecer, según reporta la maestra Nicole Genaille.
Se trata, dice, del macizo salvaje del Queyras (en los Alpes), arriba de Saint-Véran, una de las más altas poblaciones de Europa, en donde apasionados de astronomía escrutan las estrellas desde un observatorio consagrado hace mucho tiempo a las investigaciones científicas (CNRS) y que ahora está destinado a los aficionados.
El periodista del France3TV los filmó en su observatorio al amanecer, momento en que les gusta observar con cámaras la salida del Sol, para apreciar los diferentes colores de los rayos. Hay rayos azules, lo que es extraordinario pues soló se puede ver en la montaña; hay rayos blancos, y amarillos después…
Sin embargo, a veces, muy raramente, puede verse el rayo verde, el primero, el más fugitivo. En el programa se mostró una fotografia en que se ve un halo elíptico de un verde intenso, con un centro pálido, aparecido a la cumbre de la montaña.
“Un instante mágico”, dice la maestra, “fijado para siempre. Jules Verne habla de un ‘verde de una extrema intensidad, como si hubiera sido pintado con esmeralda liquida’: viendo la foto, me pareció exacto”.