POR GILBERTO AVILEZ Tax, doctor en Historia de Yucatán
Conocí hoy en Bacalar al profesor Jesús Morales Rosas, originario de El Grullo, Jalisco. Tiene 78 años, casi ocho décadas de vida ya, aunque se ve fuerte todavía y con una lucidez acerada. Llegó hace 40 años a Quintana Roo, llegó para aprender en Bacalar la lengua maya.
El maestro Morales es un mentor formado en esa vieja guardia de maestros integrales: tenían formación científica, humanística, sabían hacer monografías de los pueblos donde trabajaban así como si nada, eran diestros en el manejo de todos los libros, eran historiadores amateurs y hasta la hacían de antropólogos; algunos tenían afanes arqueológicos, muchas lecturas marxistas, y unos, como el maestro Morales, también tenían conocimientos de medicina y hasta de herbolaria.
Fue treinta años maestro de escuelas rurales, cruzó por el Estado de México, por la tierra de Zapata y de mi hija Valentina, Morelos, se fue a Chihuahua, y un día, honrando a algunos maestros yucatecos que le dieron clase en la escuela rural de Tenerío, llegó a Hecelchakán y terminó en Bacalar.
Escribió un libro sobre Bacalar, pero también otro sobre Chetumal. Se le puede criticar su nulo trabajo de archivo, pero tiene una buena bibliografía secundaria su libro sobre Bacalar, y algo importante, se encargó de entrevistar a los más viejos de Bacalar para que les contara las historias de este lugar repoblado después de la Guerra de Castas.
Me contó su historia de vida, sus tránsitos a lo largo de toda la república, conocí su biblioteca, y almorzamos juntos, en una fonda cercana al lugar de donde vive. El maestro Morales sobrevive de una frugal pensión, no le gusta ostentar nada, tiene espíritu de franciscano y es hombre de la tierra, sencillo y de izquierda. Su familia está allá en El Grullo, vive solo en Bacalar, en una casa de madera que se cae a pedazos en este trópico que todo lo devora y envejece, rodeado de gatos y tranquilo, alejado de todo ruido, entre plantas que entibian la casa del maestro.
Los gobiernos bacalareños son ingratos con este hombre, con este bacalareño por adopción, maestro de varias generaciones de maestros de Quintana Roo, de Yucatán y Campeche.
Actualmente, el maestro Morales pasa sus días entre un jardín botánico que él creó en Bacalar, y se dedica a preparar, a darle el último estilacho, a la obra cumbre de toda su vida, <em>El Médico de los Pobres</em> (<em>U jmen otsil tulakal mako’ob</em>). 1150 páginas recopiladas a lo largo de más de 60 años, desde que tenía 15 años y se comenzó a interesar sobre la forma que la gente sencilla, la gente del campo, los pobres, tienen para curarse sus dolencias.
Este es un pequeño boceto, una estampa ínfima a un ensayo mayor que prometo hacer los siguientes días para honrar la memoria y el trabajo titánico del herbolario de El Grullo, que aprendió la lengua maya y se tuvo que volver lingüista para escribir en maya el nombre de las plantas de la región de Bacalar y del centro de Quintana Roo, porque estaba harto que le dijeran el nombre de ellas en español, “una lengua prestada por el conquistador, pues el maya y todas las lenguas indígenas son nuestros verdaderos idiomas”.