“Los mayas siempre hemos bebido chocolate, lo hemos bebido desde tiempo antiquísimos, aunque nos quieran hacer creer que sólo tenían acceso a él los reyes y la nobleza”, afirma la arqueóloga Susana Echeverría Castillo, firme promotora de que todo el mundo vuelva a la saludable costumbre de consumir chocolate del bueno, del original, no del comercializado que ha perdido mucho de su “chocolateidad”.
“Cuando un médico te prohíbe beber chocolate seguramente se está refiriendo a ese que se adquiere en los supermercados, marcas que tienen mucha azúcar y muchos sucedáneos del producto original”, señala la especialista en cerámica maya, durante una charla en la que nos refirió su inicios en la fabricación de tablillas de chocolate, su propósito y su propuesta.
Todo comenzó, nos cuenta, al darse cuenta de la dificultad de encontrar buen chocolate en la ciudad de Mérida. “Buen chocolate”, es decir, del que ella estaba habituada a consumir, pues lo hacía desde niña en Ticul donde creció.
Beber chocolate es, para ella, una cuestión de fidelidad cultural.
“Los estudios arqueológicos nos han querido hacer creer que el chocolate era un privilegio de los ajaw (señor gobernante maya) y de la nobleza. Que el chocolate era igualmente la sangre de los dioses por su color rojo sangre, que lo usaban también para perfumar sus habitaciones y que los reyes gustaban señalizar sus vasos en que bebían su chocolate”, señala Susana Echeverría. Todo lo cual parece que coloca el chocolate muy lejos del alcance de la gente comun.
“Debieras ver cómo se hierve un chocolate puro”, expresa. “Adquiere un color rojo, rojo, que podría pensarse que es sangre, lo cual explica cómo concebían los antiguos mayas cómo esta bebida sabrosa constituía la sangre de los dioses”, describe la profesional que “no puede dejar de tomar chocolate”.
Fue así que ante la oferta insatisfactoria con que se encontró, se lanzó hace tres años a la tarea de fabricar su propio chocolate, principalmente porque no quería privar a su hijo de esta delicia y de los beneficios que trae a la salud. No lo pensó mucho y comenzó a investigar por su cuenta, a entrevistar a personas que hacen su propio chocolate. Por medio de terceras personas pudo contactar a varias personas que fabrican su chocolate aunque sea en épocas especiales y las buscó y las entrevistó y todas la orientaron sobre cómo hacer chocolate.
“Crees que la costumbre de fabricar chocolate en casa está muerta, y te sorprendes cuando te encuentras que muchas personas, en los cuatro puntos de la ciudad, se hacen de cacao y emprenden la larga tarea de hacer las tablillas. “Porque hacer chocolate es agotador y es imposible hacerlo sola, sin ayuda de otras personas”, confiesa.
Y lo más asombroso fue que una de estas personas que buscó se ofreció a acudir a la propia casa de Susana Echeverría para enseñarle su técnica y ayudarla reproducirlo, lo que pone de relieve la generosidad y el desinterés de los pueblos mayas por compartir sus conocimientos.
“Preparar el cacao totalmente puro es demasiado astringente, beberlo puede ser un tormento. Sin duda los mayas conocían un método para atenuar este impacto, la cuestión era saber con qué”, comenta Susana. “Mucha tablillas de chocolate que se comercializan hoy día están combinadas con harina y muy saturadas con azúcar, lo cual puede ser un inconveniente para la salud.”
Donde quiera que sea originario el cacao, indica, lo cierto que fue cultivado desde la antigüedad por los antiguos mayas, y la evidencia arqueológica ha señalado principalmente áreas tan importantes como delicadas en las cercanías de Uxmal y de Chichén Itzá.
En las reholladas de Chichén Itzá, sobre todo, se han encontrado vestigios de sembradíos de cacao, una especie de grano local, más pequeño que el que crece en áreas frías de Chiapas, por ejemplo, pero que es igualmente bueno a pesar de que se da en un contexto estresante por el clima, refiere la arqueóloga.
Pero Susana Echeverría ve más allá. Lo suyo no es un comercio sino un apostolado. No sólo se trata de beber chocolate: al mismo tiempo que se consume esta bebida también se refuerza la cultura maya, pues tanto el cacao como el maíz son dos alimentos esenciales para los mayas desde la antigüedad.
Hace tres años que comenzó a fabricar su propio chocolate, y poco a poco se la ha ido conociendo por la calidad de la tablilla y ahora lo vende al menudeo ella personalmente y en un punto de la ciudad donde el transeúnte puede detenerse a comprar desde una tablilla, que le cuesta diez pesos, hasta las bolsas (de 5 piezas) que quiera.
“Kakaw” es el nombre que querido darle a su chocolate, y con ello expresa el propósito original de volver al chocolate genuino.
Un obstáculo para la masificación del consumo de chocolate como bebida familiar es el precio, pero Susana piensa que no es suficiente razón. Muchas familias tienen la costumbre de consumir una gaseosa diariamente (supongamos de un litro o litro y medio) para lo que se requiere alrededor de veinte pesos. Pues bien: una tablilla de chocolate de diez pesos rinde lo menos 1.5 litros. Si uno no lo quiere muy espeso entonces que use dos litros de agua.
Piensa que la gente debe cobrar conciencia sobre la importancia de los beneficios que trae a la salud, como proteger el sistema cardiovascular, prevenir enfermedades en virtud de los antioxidantes que aporta, al mismo tiempo que produce “felicidad” y fortalece el funcionamiento cerebral, entre otras cualidades.
Cómo lo prepara ella. Pone a hervir el agua y cuando ya está suficientemente caliente toma una porción lo suficiente para licuar –o batir– la tablilla y después devolverlo en el reciente y dejarlo hervir unos minutos uniformemente. En su caso prefiere licuar con azúcar al gusto y la bebida queda lista para beber.
Uno puede adquirir chocolate con ella misma en los teléfonos 985-88-46 y 912-53-46, sólo poniéndose de acuerdo sobre un punto de entrega, pero también puede adquirirse en un punto de venta ubicado sobre la calle 65 con 96, en la colonia Madero, en Mérida.