Somos mujeres mayas herederas de un pueblo antiguo, y ante la ONU voy a decir que todavía seguimos aquí. Hoy día vemos que gente extraña viene a nuestros pueblos y afirman que los mayas nos hemos extinguido, que ya no estamos, que nos hemos perdido. Pues bien: yo voy a decir que no es cierto, que los mayas seguimos aquí, que todavía estamos vivos, que en la tierra maya estamos, que en la tierra maya trabajamos, que a la tierra maya es la que defendemos.
Habla Leydi Aracelly Pech Martin, fundadora de la organización Koolel-Kab que fue galardonada con el Premio Ecuatorial 2014 que otorga el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).
Con las abejas decimos que los montes no deben destruirse, que deben ser cuidados, y que debe aceptarse el trabajo de las mujeres porque ellas también tienen capacidad de tomar sus decisiones, no sólo los hombres, afirma. “Eso es lo que voy a decir en las Naciones Unidas”, asevera, y agrega que estas ideas no las aprendió fuera, sino en su casa, en su hogar porque así fue educada por sus padres.
Después de la entrega oficial de las constancias a las seis integrantes de Koolel-Kab y a otras varias de su asociada Muuchkambal en esta pequeña comisaría de Ich Ek (que en maya quiere decir “entre los árboles de tinte”), elChilamBalam conversó brevemente con Leydi Pech sobre la idea inspiradora de la iniciativa –que cumplió 19 años el 13 de junio pasado– y sobre las dificultades que tuvieron que sortear. Ella viajará a Nueva York para recibir el premio de manos del secretario general de la ONU, Ban Ki-moon.
Lo más difícil que hubo que afrontar es el comienzo, dice. Nuestra condición de mujer fue un gran obstáculo. En segundo lugar, encontramos mucha resistencia en encontrar ayuda para comenzar a trabajar las abejas, porque la apicultura es asunto de hombres, señala. “Esas mujeres están despistadas; no prosperarán”, les decían.
Pero ello no podía detenerlas. “En vez de detenernos esto nos acicateó más y elegimos trabajar a la abeja melipona (Xuunan Kaab), porque se nos ha enseñado que es la mejor abeja y produce la mejor miel, y es la nuestra por herencia. Nos animó más la situación de que esta abeja está en peligro de extinción, que ellas, como las enseñanzas de los antiguos hombres, se están extinguiendo. Y con más razón nos esforzamos”, afirma Leydi quien poco antes había hablado en el evento sin papel en mano, a pura memoria e improvisación.
Las abejas meliponas, dijo entonces ante el presídium integrado por autoridades y representantes de asociaciones civiles y de la ONU, son de gran importancia en el cuidado del medio ambiente, si desaparecen, desaparecerá con ellas parte de nuestra cultura, de nuestra identidad. Es por eso que cada día ponemos nuestro corazón y nuestro esfuerzo en cuidarlas, afirma. Y anunció la creación de una Escuela de la abeja melipona para transmitir estos conocimientos a los niños y a los jóvenes, con lo que cumplirán con su responsabilidad de perpetuar los conocimientos ancestrales.
Cuando tomó la palabra, Xavier Moya, director del PNUD en Yucatán, puso de relieve que el premio de la ONU pretende ser un altavoz de la organización, de los pueblos mayas. (¡Y vaya que lo fue al menos en este evento, pues el representante de Koolel-Kab, Gustavo Huchim Cauich, le reclamó muy bien a las autoridades su falta de apoyo, su cerrazón al diálogo y les pidió, ahora que son galardonados por la ONU, que tomen los apuntes pertinentes!)
La apicultura, como otras actividades, cuida a las familias mayas, les da muchos beneficios y sustento, genera recursos para el municipio, el estado, divisas para el país y no destruye el patrimonio, contrariamente a otros casos en donde sólo gana uno y pierden los demás, observó en su momento Xavier Moya.
La ONU, dijo Moya, “apoya hoy la apicultura porque protege el medio ambiente, pero sobre todo porque la encabezan las mujeres, quienes salen de los más profundo de nuestra casa: de nuestro vientre, de nuestra cultura, de nuestra historia y cuando las escuchamos decimos sí es cierto, yo lo creo”.
Sin mencionar el trascedental caso que la organización Koolel-Kab ganó contra la gigante Monsanto que tenía ya permiso del gobierno de la República de cultivar cientos de hectáreas de soya transgénica en tierras de Campeche, Moya observó: “Parecía que la voz de los mayas no se iba a escuchar, parecía que el que tenía más recursos, más dinero, más abogados iba a poder con ustedes, pues no, no fue así; algunas veces sí nos escuchan, algunas veces nos permiten probar un poquito de la miel de la justicia”.
El evento oficial, que estaba programado para las 12 horas en punto del lunes 7 pasado,, comenzó 20 minutos antes de las 13 horas, apenas arribó el alcalde de Hopelchén, municipio al que pertenece Ich Ek, y después de la entrega de las constancias grupos artísticos de Hopelchén (la Rondalla y un grupo que hace música prehispánica) demostraron sus habilidades. Una pequeña de Ich Ek declamó en maya el poema Abejita melipona (y después, de pura casualidad, la recitó de nuevo para elChilamBalam).
Jóvenes lugareños repartieron entre los invitados una dotación de tacos de deliciosa cochinita pibil y una gaseosa de sabor. Después pudimos visitar la casa en donde la organización vende sus productos.
Se llama meliponicultura y meliponicultoras, no apicultura