Hace mucho tiempo cuando [en el Mayab] todavía no habían llegado los hombres blancos, el rey Tutul Xiu, gobernante de Maní, tenía en su poder una soga larga. Cuando deseaba visitar otra población, le ordenaba a la cuerda que se extendiera desde un sitio alto hasta un punto ubicado donde quería visitar el rey. De este modo el monarca no demoraba mucho en llegar a su destino. Esta soga, según dicen, era el cordón umbilical de los Xiu.
Una vez que fueron sometidos los mayas por los hombres blancos, y después de que fue construida la casa del dios verdadero en Maní, el gobernante de este pueblo ordenó a la cuerda que se tensara desde las torres de este templo hasta la parte más alta de la casa del dios verdadero que está en Jo’, Mérida.
Pasaron mucho años y los Xiu se dispersaron. La cuerda fue guardada en el cenote xCabach’e’en, que quiere decir “el pozo que está allá abajo”, hasta donde llegó un día un hombre que la desenredó para mirar y cuando quiso devolverla a su sitio se sorprendió cuando vio que la soga había crecido, y no podía acomodarla de donde la había sacado. Aunque puso todo su esfuerzo en ello, no pudo colocarla en su lugar. Viendo esto tuvo miedo porque por cada intento de guardarla la cuerda se alargaba más. Fue cuando se le ocurrió en cortarla en trozos y se espantó otra vez al ver que sangraba. No obstante, acomodó como pudo los pedazos en su sitio, dejando fuera algunos.
Hasta el día de hoy, muchos dicen que la soga sigue escondida en el cenote y es resguardada por una anciana y una serpiente con plumas. Otros dicen que se la llevaron a Mérida o a la ciudad de México.
También se dice que la soga mutilda representa a los caminos que se van alargando, y la sangre que manó de las heridas es la sangre que se derrama en los accidentes que ocurren en los caminos.
Los ancianos auguran que llegará el día en que estos trozos de cuerda volverán a unirse y será el día en se trenzarán en una pelea la salamandra (el xi’ara’ach) y el basilisco (tolok). Será ese día en que los hombres se enfrascarán en peleas para apoderarse de nuevo de lo que es suyo.
Y los que pertenecemos a la raza de los mayas estamos esperando la llegada de ese día pronosticado por el Chilam Balam en los días de gloria de Maní.
(Traducción de elchilambalam de U suumil k’i’k’ Mani’, de María Luisa Góngora Pacheco, recogida en el libro Maya’ob, u ja’ail mootso’ob, Los mayas, raíces de agua.)