Por JOSÉ IVÁN BORGES, cronista de Tekal de Venegas. El antiguo pueblo de Sotuta, tierra del valiente linaje de los Cocom, el Sotut-ha, el “lugar donde el agua giraba alrededor de una isleta” o del “agua que da vueltas”, arrulló con la frescura de sus aguas y el trinar de sus aves que bajaban a beber el nacimiento de un culto a María en su Natividad.
El Chilam Balam de Chumayel refiere que cuando se va acercando el 13 de septiembre “son iguales el día y la noche”, y el Chilam de Ixil refiere que el día 8 es bueno, y se llama el día Ahau, el mes de septiembre está señalado en la agricultura regional con la actividad de “doblar las milpas de maíz menudo y se siembra caña dulce…”
Agua, tierra, milpa y noche, sinónimo de vida, he aquí el plan estratégico por el que se guiaron los evangelizadores, que al colocar su imagen en su advocación de la Natividad, o sea del nacimiento de María, la arroparon con la cosmovisión que ya el pueblo poseía: María el sinónimo de vida de la Ko’olebil de la señora santa, de la madre que alimenta.
Y precisamente en el andar de sus primeros días se encuentra la celebración a la advocación de la Virgen María al que el pueblo de Sotuta rinde especial veneración.
Los informes y documentos coloniales no dan referencia sobre su origen, tampoco precisan sobre su culto, pero por las características de la imagen se revela un primoroso arte novohispano en toda su hechura.
La imagen ha sobrevivido por siglos y se conserva con la mejor decencia posible de sus devotos, hoy sigue presidiendo el patrocinio de su comunidad.
Entre los escasos datos históricos, se tiene referencias que para el año de 1927 tuvo un lugar preponderante, pues fue manifestada por el clero y fieles como especial patrona de la comunidad.
Recibió coronación diocesana el 25 de mayo de 1992 a manos de Mons. Manuel Castro Ruiz, III Arzobispo de Yucatán.
Con las manos unidas al pecho y para las vaquerías con las manos extendidas, la Señora de Sotut-ha continua presidiendo las muestras festivas y cotidianas de su comunidad.
Ecos de tiempo pasado traigo al presente con la publicación, haciendo mella en la presencia de María en las tierras de Yucatán.