Texto que leyó el doctor Jesús Lizama en la presentación que tuvo lugar ayer en la ciudad de Izamal.
Muy buenas tardes: primeramente, agradezco al Instituto Nacional de Antropología e Historia la invitación que me hizo para participar este día en la presentación del libro “Itzmal, rocío que cae del cielo. Tres décadas de investigación arqueológica”.
También agradezco a los autores por confiarme la presentación de su obra. Un libro es como un hijo que llega después de un tiempo de espera, y al que se le dedica no sólo cariño, sino también los mejores esfuerzos.
Mi agradecimiento se extiende al restaurante Kinich, bajo la dirección de Míriam Azcorra Rejón, que nos recibe en sus instalaciones en esta calurosa tarde de primavera.
El libro que hoy nos reúne es producto de un largo trabajo de intervención, conservación y protección de monumentos arqueológicos. Una labor que se ha realizado sistemáticamente desde hace tres décadas, a partir del inicio del llamado Proyecto Izamal, pero que se asiste y soporta en los trabajos previos de viajeros y exploradores que visitaron la región desde el siglo XVIII, y por las labores arqueológicas emprendidas en el siglo XX.
Itzmal, rocío que cae del cielo, reúne cinco trabajos, además de un prólogo y unas reflexiones finales. Todos los capítulos abonan a la idea de la importancia de la ciudad a lo largo del tiempo, desde el período prehispánico, pasando por el colonial, hasta llegar a nuestros días, en un afán insistente por salvaguardar el patrimonio cultural, el legado de los antepasados que hoy queda y que debe ser retomado por quienes viven actualmente en esta ciudad.
Una de las cualidades que considero que posee la obra es la de no ser la simple impresión de un manual arqueológico. Aquí, se ha privilegiado la entrega a la comunidad de los resultados del trabajo, a fin de que puedan ser conocidos, analizados, estudiados y, en última instancia, apropiados.
El prólogo, escrito por el maestro Indalecio Cardeña Vázquez, nos invita a recrearnos en la magia de Izamal. En las primeras páginas encontramos las experiencias del autor en esta ciudad y las remembranzas que hace de la vida de estos rincones de Yucatán, en las últimas décadas del siglo XX. Se detiene, en algún momento, en el fervor religioso y en la devoción a la imagen de la Virgen María, resguardada en las gruesas paredes del convento franciscano. Así, el maestro Cardeña nos permite vislumbrar que Izamal no es de un momento solamente. No es la ciudad colonial por sí sola, es también la ciudad prehispánica y lo es, asimismo, la urbe contemporánea que se desarrolla actualmente ante nuestros ojos. Cierra el prólogo con la presentación de los capítulos que componen la obra, describiéndolos brevemente, como un pequeño bocado que da cuenta al lector de lo que podrá degustar en el libro.
Dice el maestro Cardeña:
Izamal guarda en el silencio de sus piedras, callada voz de códices precolombinos, la representación de sus mitos y su cosmogonía, y el nuevo simbolismo de su fe híbrida, en los comunicantes vasos mayas, que observan el paso de los años desde la altura sin tiempo.
El capítulo 1, “De relatos y otros acontecimientos de Izamal”, es de la autoría del maestro Miguel Vera Lima, cronista de la ciudad, que hace en él un recuento de los diversos momentos históricos por los que ha pasado el lugar. Si el color amarillo característico de sus edificios y casas nos deja a todos con preguntas de cuándo se inició esta práctica, es aquí donde podemos hallar la respuesta. Sin duda, la sapiencia del maestro Vera se desborda y nos ofrece un sinfín de datos sobre Izamal, que permiten comprender períodos pasados, pero, sobre todo, que se convierten en herramientas a partir de las cuales podremos visualizar un futuro y tratar de que en éste, a pesar de los cambios y transformaciones irrenunciables en cada período histórico, se mantenga esa esencia propia que distingue a Izamal de los otros pueblos de Yucatán.
El trabajo del maestro Vera es una introducción a lo que será después la presentación del proyecto Izamal. Es tarea del arqueólogo Luis Millet Cámara hacerlo. El capítulo en cuestión comenta los factores contextuales que dieron origen al proyecto, y de la conciencia que imperaba en ese momento, de conservar el patrimonio cultural de Izamal, ante las amenazas existentes y las pérdidas o afectaciones que podían apreciarse en diversas estructuras que habían resistido al paso del tiempo.
Don Luis, además, se sumerge en la historia de Izamal y busca entre el mar de documentos aquellos que hablen de la ciudad y que den cuenta de sus construcciones prehispánicas. No es raro que éstas sean mencionadas. Izamal era un lugar importante dentro de la provincia de los Ah Kin Chel, y por ello, las incursiones de los conquistadores españoles en estas tierras sin duda los llevó a los lugares principales de la región. El obispo Landa, por ejemplo, describe del Kinich Kak Moo, con un dejo de sincera admiración:
Hay aquí en Izamal, un edificio entre los otros, de tanta altura y hermosura que espanta…
Don Luis sigue planteando la idea de que el patrimonio cultural de Izamal puede ser una alternativa de desarrollo, por eso habla de la diversificación de las intervenciones y de que la acción ejercida en la arqueología debe estar ligada íntimamente a la acción social, buscando salvaguardar la cultura e identidad izamaleña.
Los tres capítulos que siguen dan cuenta pormenorizada de los trabajos realizados en el proyecto Izamal. Cada uno de ellos habla de una parte del mismo, y han sido escritos por Rafael Burgos Villanueva, Rodolfo Canto Carrillo y Yoly Palomo Carrillo.
La monumentalidad de Izamal, las intervenciones arqueológicas, y la interacción con la comunidad son los temas que abordan. Su lectura nos permite recrearnos en la imagen y extensión de los monumentos izamaleños, su ubicación en un plano detallado, las labores que se han realizado para consolidar, conservar, restaurar y proteger el patrimonio y la forma en que los resultados son compartidos con la comunidad.
Sin duda, el Proyecto Izamal no ha sido sólo una intervención arqueológica; ha significado también un espacio de encuentro con los ciudadanos izamaleños. Proveer material para las calles, plazas o escuelas, contratar gente para el trabajo diario, intervenir en espacios públicos, como en la estación de autobuses o en el mercado –y no necesariamente en los delimitados en las zonas arqueológicas–, permiten una relación estrecha con los lugareños. De este modo, unos y otros se interesan en el trabajo que cada una de las partes realiza.
Tres décadas de trabajos arqueológicos en Izamal nos deja un sinfín de experiencias; una labor intensa de salvaguarda del patrimonio, un cambio en la imagen de las estructuras existentes y sin duda, una preocupación por el futuro cercano, que los autores exponen en las reflexiones y discusiones. No sabemos si hoy el patrimonio está más expuesto y en peligro que en períodos anteriores, pero lo que sí sabemos es que sin un orden y un programa de crecimiento urbano, se podría tener una ciudad desbordada.
Resumo mi intervención en los siguientes puntos:
- El libro que hoy nos reúne es una contribución importante para la arqueología yucateca, pues ha sido llevado a partir de una rigurosa metodología disciplinaria, que permite observar la liberación de estructuras, la consolidación de las mismas, el estudio de los fragmentos de cerámica, el registro detallado de todo el trabajo realizado y con ello dar cuenta de la vida de la sociedad maya prehispánica.
- Sin duda, también es una contribución a la historia de Yucatán, en general, y de Izamal, en particular, pues esta ciudad, como dije, no la constituye un solo momento, sino lo que la hace particular, es su devenir en el tiempo.
- El libro no trata solo de los trabajos arqueológicos, sino que en todo momento no descuida la relación de estos con la ciudad de Izamal y con la historia del lugar. Si Izamal estuvo habitada al momento de la conquista es lógico suponer que sus habitantes formaron parte de la nueva ciudad española. Por ello se pueden explicar que estos dos mundos no estén fragmentados, sino sean parte de una vivencia, dolorosa al extremo, quizá, que permitió continuidades diversas.
- El trabajo desempeñado en el Proyecto Izamal es también un ejemplo de la relación que todo estudio científico debe tener con la sociedad en la que se realiza. Por eso, la vinculación con la comunidad es muy importante, porque la salvaguarda del patrimonio no es solo competencia de las autoridades y dependencias, sino básicamente de la gente que vive ese espacio y lo tiene como propio.
- La edición de la obra merecería comentarios aparte. La belleza de las fotografías, el cuidado en el armado, los colores empleados y la ubicación de las imágenes hacen que el discurso vertido pueda ser capturado de mejor forma. Felicitamos aquí a Rodolfo Canto por este regalo editorial y al restaurante Kinich por haber puesto los recursos necesarios para que la obra sea impresa. Sin duda, es un hermoso regalo que el Kinich se hace con motivo de su cumpleaños número 30, pero también es un hermoso regalo que el Kinich hace a la ciudad de Izamal.
Reitero mi agradecimiento por la invitación a presentar este libro, porque “Itzmal, rocío que cae del cielo” me ha permitido volver a Izamal, caminar por sus calles, llenarme de sus colores, experimentar la calidez de su gente, y observar sus edificaciones con nuevos datos, disfrutando de su magia, que no la da ningún nombramiento político, sino la vivencia de su gente y su paso por la historia.
A los autores, editores y mecenas, mis más sinceras felicitaciones y mi profundo agradecimiento por regalarnos una obra tan hermosa como ésta.
José Jesús Lizama Quijano
Doctor en Antropología Social. Académico del Ciesas Unidad Peninsular.