Por PEDRO Uc Be, poeta y escritor (con sobrenombre Lázaro Kan Ek)
Ts’íib es un término maya que se traduce como escribir. Según los estudiosos de la epigrafía maya, este verbo se representa con estas imágenes del costado; se puede identificar con facilidad los dos vocablos que se usan para conformar este pensamiento, ts’i y bi.
El término ts’i’, en muchas variantes de la lengua maya como el ch’ol, se traduce como perro, sin embargo, quizá no sea la raíz del término ts’íib, sino de ts’i’bal que debe entenderse como limpio, como cuando decimos ts’o’ok u ts’i’bal u jool a taanaj.
Como es de notar, la figura de ts’i, es como un llano ocupado por muchas cosas, como una tierra con muchas yerbas que se van quitando o limpiando, posiblemente quiera decir, ese espacio que se va limpiando, de donde surge la palabra ts’its’iki’ que significa, limpio o muy limpio, es un término que se parece a ts’iik que se traduce como rasurar, como cuando alguien dice táan in ts’ikikinbáa, que sería como “me estoy limpiando a fondo la cara”. Al parecer están connotadas.
Así mismo, se usa para referirse a un espacio limpio, como cuando una persona barre el patio de su casa, se dice jach ts’its’ikil túun u jool a wotoch, ¡hoy sí que tienes muy limpia la puerta de tu casa! Como diciéndole, seguro escribirás aquí una historia, imprimirás huellas en este espacio en blanco, como que has fabricado una hoja, solo falta tu pisada, la planta de tus pies que registre tu caminar.
Entonces, limpiar el espacio es el primer acto para escribir, es decir, preparar el lugar, limpiar el área para lo que se tiene que hacer. Inmediatamente se dibuja una planta de pie que al parecer camina, según Diego de Landa y los epigrafistas, se lee bi, (aunque por regla, la última letra es muda) yo creo que es bin, que es ir, al parecer significa, que al caminar se escribe, o sea, se deja huella en el espacio que se ha limpiado, se escribe en un lugar preparado para ello, para escribir se necesita espacio limpio y huella; escribir es caminar y viceversa, es dejar huella, es hacer historia.
Nuestros Yuumo’ob son los escritores más primeros, al mirar una tierra limpia como una hoja en blanco, como siguen estando hasta hoy día muchos kilómetros desérticos, decidieron escribir historias, poesía, ciencia, y filosofía en ella. Así fue que Yuum Cháak con cada gota de su tinta dibujó imágenes inéditas, Yuum K’iin los empolló con su calor para darles crecimiento y resistencia, Yuum iik’ les dio su aliento; entonces nacieron los colores en las flores, en las hojas, en los árboles, en el ropaje de las aves y hasta en las piedras; así nació nuestro alimento y medicina en cada fruto, en cada corteza, en cada hoja, en cada raíz; así nació el pueblo de mariposas acariciando las flores y besándose en tanto los pájaros cantan “no hago otra cosa que pensar en ti”; así nació la escritura más primera, así nació la impronta de la planta de los pies de nuestros “dioses” más primeros, así nació el ts’íib.
Hacer una milpa, es un ejemplo de escritura, se limpia el espacio, luego se pone la semilla para que nazca la vida, la palabra, la historia, el alimento del alma, la palabra.
Escribir, según la representación del pensamiento maya, es limpiar para poner huella, pero no cualquier huella, es la de la planta del pie que camina, es reconocer que la madre tierra guarda la memoria, ella es quien se convierte en una hoja de papel en blanco para recibir la imagen del movimiento, del pie que la camina, que tiene un rumbo, que va hacia el sol y la luna que conviven con las estrellas representadas en cada ciudad construida en la que la forma no está al servicio de la función sino del símbolo.
Las ciudades mayas son el ts’íib, son códices; en cada edificio hay huellas de pies que caminan, que se mueven, que construyen historia; éstas pueden ser tableros, estelas, cresterías, cariátides, dinteles, colores, serpientes, máscaras, cuerpos antropomorfos, zoomorfos, naves, trazos, planos etc.
La genialidad primigenia de nuestros abuelos cobra mayor sentido para nosotros el día de hoy, al hablar nuestra lengua materna, es parte del ts’íib que muchos hermanos y hermanas tienen el privilegio de portarlo en el apellido, ahí se guarda en parte, esta memoria que hoy descubrimos con esperanza desde nuestra mirada maya en la madre tierra.
El origen de nuestro ts’íib, es el origen de la representación de nuestro pensamiento, nuestros mitos comienzan a asomarse en forma de narrativa, nuestros ritos en forma de celebraciones, en forma de poesía inspirada; nuestros Yuumo’ob por medio del performance como nuestros Uáayo’ob, así como en los cantos de jóvenes que reivindican nuestra lengua materna, antes despolitizada y sentenciada a desaparecer.
Hoy, la impronta de nuestros pies hecho movimiento, impresa en el rostro de nuestra madre tierra, convoca para los días que vienen, a los colores del oriente, del poniente, del norte, del sur y de la gran ceiba, que anuncia con sus flores, que la primavera maya se aproxima.