Un señor llamado Candelario Puc Baas, milpero de la región de Tetiz, y que ayudaba a las labores de mantenimiento en el asilo de ancianos de Hunucmá, me preguntó un día si lo acompañaba a una gruta cercana a la localidad llamada Box Aktún, que en lengua maya significa “Cueva negra” (box áaktun).
Le dije que sí. Nos pusimos de acuerdo y fuimos a ver esa gruta a las cinco de la mañana del domingo 22 de febrero de 1992.
En el camino me contó que hace mucho tiempo tres hombre de pueblo de Tetiz planearon robar la campana del templo católico. Como se rumoraba que era de oro pensaron que debía valer mucho dinero.
Su pusieron de acuerdo y en cierta ocasión, ya muy entrada la noche, se metieron a la iglesia y cometieron el robo.
Cuando salieron del templo se dirigieron a la cueva de Box Aktun para esconder la campana. Dejarían pasar un tiempo y luego irían por ella para tratar de de venderla en algún lugar.
Pero el sacrilegio no se quedaría sin castigo. A los pocos días, los ladrones empezaron a sufrir una enfermedd terrible. Se les empezó a pudrir el cuerpo. A uno le empezó por los brazos, a otro por los pies y al tercero por la cara. Dicen que se les caía en pedazos la carne podrida. Desesperados, no tardaron mucho en confesar su delito a la gente y pedir perdón al cura.
No obstante, los tres murieron en medio de terrible sufrimiento.
Antes de fallecer, dijeron el lugar donde habían escondido la campana. No faltó algún valiente que fuera a buscarla a la cueva pero nadie la encontró.
Cuando nosotros entramos a la cueva, la revisamos toda. En realidad era una cueva pequeña, un poco incomoda para recorrer pues su techo es muy bajo. Pero no hallamos ninguna campana.
Cuando nos cansamos de buscarla nos sentamos a conversar dentro de la gruta. Don Candelario me dijo que era la primera vez que entraba a la cueva. En una ocasión fue a su milpa que estaba cerca de ese lugar pero empezó a llover y se refugió en la cavidad. Para no aburrirse sacó un cigarro y lo fumó. “Según yo –dice Candelario– no pasó más de media hora en que aminó la lluvia; después salí de la caverna para regresar a mi casa”. Cuando llegué me dice mi esposa: “Candelario.¿dónde estabas”. Desde ayer te fuiste no has regresado. Ya me habías asustado, iba a llamar a la policía”.
Dos Candelario hasta hoy no sabe lo que pasó en la gruta, pero según él sólo permaneció un rato adentro, lo que dura fumar un cigarro y esperar que pase la lluvia.
Cuando don Candelario terminó su relato salimos de la gruta y regresamos a Hunucmá a las 11 de la mañana.
Carlos Evia Cervantes
Carlos Augusto Evia Cervantes es antropólogo social por la UADY y fundador del Grupo Espeleológico Ajau. Es un reconocido estudioso de los mitos mayas