Por MARÍA JOSÉ GÓMEZ COBÁ, arqueóloga. Mérida, específicamente su periferia, presenta desde hace unas décadas la mayor cantidad de salvamentos arqueológicos dado el acelerado crecimiento demográfico. Por supuesto, los más afectados han sido su patrimonio cultural y natural, prácticamente desconocidos e inexplorados. No obstante, si bien la mordernización no puede ser detenida, los especialistas del INAH se abren paso, rescatan y hacen propuestas para conservar elementos valiosos que llegan a ser representativos, como las áreas de conservación.
Un ejemplo del avance urbano se encuentra en el poniente de la ciudad en donde ahora se localiza una de las obras de gran extensión: el proyecto denominado Ciudad Caucel, el cual desde mediados de 2000 ha sido un área sujeta a exploraciones arqueológicas intensivas y continúan hasta el día de hoy.
El proyecto Ciudad Caucel, cuya planeación a futuro es de 30 años, comprendería 50,000 viviendas y más de 100,000 habitantes. La magnitud de la obra obligó a la realización de trabajos de salvamento arqueológico.
De acuerdo con las fuentes históricas, el sitio arqueológico de Caucel formaba parte de la antigua capital de Chakan, una de las 18 provincias mayas del posclásico, donde mantenía el poder central un cuchcabal con un territorio que destacaba por la grandeza de su región y por sus riquezas naturales.
A mediados de los ochenta, Caucel fue catalogado como un sitio de rango IV, un concepto que sirve para referir conjuntos aislados de dos o tres plataformas hasta asentamientos de amplia extensión y numerosas estructuras, pero con muy poca arquitectura monumental.
Es posible observar hoy uno de los montículos en la parte central del poblado, el cual permanece derruido y sin trabajo de conservación, pero que con el cual la población local aún mantiene vínculo principalmente en actividades religiosas.
Los asentamientos humanos prehispánicos de Caucel abarcaron varios kilómetros a la redonda del actual poblado e incluye más de 2000 estructuras con diversas características constructivas y variadas funciones, según estudios diversos.
Hoy día no hay en la región de Caucel construcciones monumentales, como las de Chichén Itzá, pero pudieron registrarse basamentos piramidales o plataformas complejas tanto de función habitacional como ritual, como en el caso del conjunto arquitectónico del juego de pelota fechado para un período temprano.
Únicamente con las excavaciones arqueológicas sistemáticas se pudieron establecer las diferentes etapas constructivas de los diversos asentamientos de Caucel, la variedad de trabajos arquitectónicos, de ingeniería y albañilería, también se pudo obtener información sobre sus costumbres e ideología y de cómo variaron su sistema o práctica funeraria, cuáles fueron sus áreas de cultivo, de extracción de materiales, y de obtención de agua; cómo trabajaron los diversos ornamentos, elementos utilitarios y de vida cotidiana, así como los contactos económicos mesoamericanos que estos pobladores tuvieron, entre muchos aspectos de los que se desconocía totalmente.
Entre los elementos del patrimonio cultural que se salvan se encuentran elementos móviles, como artefactos y materiales elaborados con cerámica, concha, hueso, o incluso sedimentos. Sin embargo, el trazo urbano prehispánico, los conjuntos arquitectónicos y el paisaje natural que los rodean se pierden para siempre ante las obras de infraestructura moderna.
Se ha impulsado la creación de áreas de conservación, como el parque ecoarqueológico Soblonké localizado en el actual fraccionamiento Santa Fe y el parque arqueobotánico Anikabil, en el fraccionamiento La Herradura; el sitio de Xamán-Susulá, entre otros espacios donde se localizan el citado juego de pelota o estructuras de características únicas o que ejemplifican la vivienda tradicional de ese período.