Un trabajo pendiente de los estudiosos de cultura maya, especialmente los lingüistas y epigrafistas, es una revisión de los nombres que se le han dado a las zonas arqueológicas.
Muchas zonas, sin duda, han sido bautizadas tomando en cuenta los nombres que las comunidades han asignado a esos “cerros”, a la escritura antigua (epigrafía) hallada en el área o bien tienen su origen en la ocurrencia de los “descubridores”.
Una reciente charla que sostuvo elchilambalam con paseantes mayahablantes en la zona arqueológica de Xcambó el segundo domingo de agosto trajo de nuevo el tema a colación.
Según un viajero de Dzemul que prefirió no decir su nombre, el nombre de Xcambó no tiene nada que ver con “cocodrilo celestial”.
“En el área nosotros decimos xk’anboob al varejón del henequén, que se dan largos y coronados por una flor amarilla (k’an)”, me explica de pie frente a la capilla que está a la entrada del sitio arqueológico que está en el norte de la costa yucateca, a 10 minutos de Telchac Puerto.
Xcambó, según las definiciones oficiales, significa “cocodrilo celestial” o bien “el lugar donde se realizan trueques”.
Lo mismo pasa con Dzemul, agrega nuestro interlocutor: el nombre verdadero no es Dzemul sino Ch’e’en múul, es decir, el pozo de la pirámide. “Porque antiguamente hubo en el centro de la población una pirámide construida sobre un pozo. Sin embargo, en algún momento la pirámide fue derruida y el pozo tapado, pero puede verse todavía hoy donde fue cegado”.
¿Y de dónde se basa este poblador para hacer estas afirmaciones? De su cultura, porque “así lo escuchó y aprendió de su abuelo y de otros hombres mayores”.
Los pobladores no peregrinan a Xkambo’ sino a Xk’anboob, un detalle que sólo puede apreciarse si se les oye decirlo en la lengua maya. Y siempre lo han dicho de esta manea, según afirma.
Y así como en Xcambó hay muchos ejemplos curiosos de nombres asignados a zonas arqueológicas.