La serpiente Japai kaan devoradora de niños y la soga que sangra

Foto elchilambalam / Un mural que podía verse hasta hace dos años en Maní

(Traducción nuestra de Japai Kaan, un cuento de Domingo Dzul Poot)

Voy a contarles la historia de Japai Kaan como me la ha contado mi madre. Una vez que la luna alumbrada con todo su esplendor, mi madre me dijo: acerca tu asiento a mí que voy a contarte la historia de Japai Kaan. Yo aproximé mi asiento, me pegue muy bien a ella, y ella comenzó a contar.

Hay en los alrededores de las ruinas de Uxmal una gruta, y dentro de la gruta un lodazal. Dicen que ahí habitaba una serpiente que tenía alas y su nombre era Japai Kaan. Antes, habitó cerca de Izamal pero tuvo que mudarse porque ahí los niños comenzaron a escasear, ya que durante el año engullía a cuarenta y un menores; no los masticaba, sino los tragaba tal cual. Era tan poderosa su bocanada que con sólo aspirar podía capturar a un niño que estaban a cuatro wala’che’ de distancia (12 metros), y por eso los padres se cuidaban de mantener lejos a sus hijos.

Se cuenta que Japai Kan sale de su cueva cada año, y vuela y vuela pero boca arriba. Para ello lo ayudaba el Waya’as, quien lo coloca boca arriba apenas asoma fuera de la gruta y el mismo Waya’as volvía a ponerlo boca abajo cuando la serpiente regresaba de su periplo.

El Waya’as es un monstruo de pelambre negrísimo y tan largo que se le caía en cascada, y su misión era cuidar y alimentar a Japai Kaan, de modo que se las ingeniaba para tener niños para la serpiente alada.

La gruta donde vivía Japai Kaan tenía muchas bifurcaciones y los caminos estaban tan enredados que cualquiera podría extraviarse en ellos; entrar a ella era cosa temible.

Una vez al año, para el mes de agosto, salía Japai Kaan y recorría las cuatro esquinas del cielo: iba al norte, al sur, al poniente, al oriente, y al quinto día regresaba a su madriguera. Mientras vuela deja caer sobre el mundo una caspa, una especie de polvo finísimo como el tamo del maíz la cual contamina las fuentes de agua y los sembradíos, y produce males estomacales a la humanidad, causando diarrea incluso a los animales. En algunos lugares es causa de muerte de árboles y de hombres.

Sin embargo, Japai Kaan sufrirá y adelgazará cuando llegue el momento en que el dios verdadero someta al mundo y lo juzgue, pues durante cinco años no nacerá ni un niño y el reptil no tendrá alimento.

Se cuenta que en Uxmal hay una piedra cuadrada (xmaben tuunich) donde estaba guardada una soga larga, muy larga, y esta soga estaba viva. Sucedió que un día se escuchó que algo se removía dentro de la caja. La abrieron y vieron que guardaba una soga enroscada y era la que se retorcía. La sacaron para examinar y vieron que era larga, y su extensión no tenía final, de modo que cuando intentaron devolverla en la caja vieron que no cabía en ella. Se decidió cortarla en trozos y manó sangre de ella. De modo que se fabricó una nueva caja de piedra donde fue colocada y guardada, y se dice que todavía permanece ahí donde la escondieron, y nadie ha logrado llegar a ella. Hay la creencia que cuando la soga sea exhibida de nuevo será la señal del fin del mundo, el día en que el dios enjuiciará a los báatab (gobernantes de los pueblos) y a los aj ti’ibil beo’ob (los dirigentes).

Se cuenta que un hombre llegó adonde la soga con el fin de examinarla bien y dilucidar su sentido de ser. Y comenzó a cavar para desenterrar la caja. Todo el día cavaba donde supuestamente estaba la caja de piedra pero al regresar al día siguiente veía que el agujero estaba relleno, y así todos los días hasta que una mañana cuando regresaba alzó la mirada y vio en lo alto de la pared de Uxmal unas manchas de sangre como impresas con las palmas de una mano. Aterrorizado, el investigador renunció a su propósito y salió huyendo. Según dicen, la señal significaba que si el investigador se empeñaba en cavar iba a haber derramamiento de sangre o le sucedería a él una desgracia.

No obstante, la soga podrá verse de nuevo pero será para el fin del mundo. La señal de que se acerca este día es que durante cinco años no habrá ningún nacimiento y las aguas de los pozos se secarán. En el centro de la plaza de Uxmal aparecerá una vieja que venderá agua en jicarillas de cáscara de cocoyol, y el agua manará de su ombligo, y el precio de cada jicarilla equivaldrá a lo que se cuesta alimentar un bebé por un día.

Desde su escondite, la caja que guarda a la soga se abrirá sola y la tomarán y la tensarán desde el centro de la plaza de Uxmal hasta algún punto de la ciudad de Ichkansijo’ [Mérida]. Es cuando Japai Kaan abandonará entonces su gruta e irá a colocarse boca arriba bajo la soga, con las fauces abiertas.

Sobre la cuerda caminarán tambaleándose los báatab y los aj ti’ibil be’ob, y si en su desempeño actuaron bien podrán conocer a la bella Ichkansijo’, pero si se desviaron del recto camino y oprimieron a sus semejantes, resbalarán y caerán en las fauces de Japai Kaan que los devorará. Lo mismo ocurrirá a los aj ti’ibil be’ob que orientaron a la gente pero ellos mismos se desviaron y terminaron haciendo lo que les placía. Gracias a ellos Japai Kaan se hartará de comer.

Cuando pasé por ahí, los ladrones de pavos permanecían tras la cárcel de troncos de madera y los mantenían ahí todo el año, mientras que los hombres importantes, que son también los ladrones más importantes, se paseaban libres en la ciudad. Sin embargo, Japai Kaan los espera con las fauces abiertas.

Es por eso que no tenemos esperanza.

José Natividad Ic Xec

José Natividad Ic Xec es director de elchilambalam.com y mayapolitikon.com

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